Algo está sucediendo con el cine, los estrenos no están recaudando la cantidad de dinero que se suponía que iban a obtener los títulos que están ofreciendo los grandes estudios. De hecho, la mayoría está entre recuperar la inversión o esperar lo peor, la debacle total.
Lo que nos lleva irremediablemente a una crisis que no es nueva, ya se experimentó cuando Hollywood decidió dejar de producir en masa, los westerns en los 50, el terror en los 90, las películas de acción en los 2000 y quizá puede que sea lo que le esté sucediendo a las sagas largas, los remakes y las películas de superhéroes.
Cabe destacar que aún se siguen haciendo westerns o neowesterns, así como películas de acción y de terror, géneros que han tenido un nuevo auge en los últimos tiempos; pero esa masificación o producción como géneros explotables económicamente se agotó en un momento y los grandes estudios pasaron a otra forma de contar lo mismo desde otro género u otra forma de volver a atraer al público.
Por esta razón, no quisiera decir tajantemente que el cine ha muerto porque el arte nunca muere; la realidad es que aún se siguen pintando cuadros, esculturas, hay obras de teatro y conciertos. Y por supuesto que seguirá habiendo salas de cine.
Sin embargo, existen variables que hacen que el cine se transforme en algo distinto a lo que conocemos. Quizá esto también explique el divorcio entre la visión de la crítica especializada y el público en general.
Crítica, público e influencers
Pareciera que quienes se han dedicado a ofrecernos una visión, de “traducir” las películas a un lenguaje más terrenal, y que al fin y al cabo son los que nos alientan a verlas, no están entendiendo que el cine se ha transformado y ahora es el público quien parece haber tomado las riendas.
El público en términos de mercado parece guiar desde siempre las pautas que toman los estudios, pero realmente ellos no son los que deciden qué tipo de producción se hará, ni mucho menos quiénes serán los involucrados. Pero suelen dictar ciertos comportamientos de la cartelera debido a que ellos son los que acuden a las salas a ver las películas.
Uno de los elementos de esta separación entre el público y la crítica puede ser que esta última suele ser purista y mantenerse anclada a ciertas convenciones de lo que es y ha sido el cine a través del tiempo y de cómo lo perciben. Esto siempre la ha mantenido alejada del espectador promedio que solo quiere ir a desestresarse y pasar un buen rato. Sin embargo, hasta cierto punto los espectadores tomaban en cuenta ciertas críticas a películas como forma de baremo por si vale la pena ir al cine y gastar dinero o esperar a que saliera luego en la TV o algún servicio streaming.
Hoy ya no es tan así, porque, de una u otra forma, “todos se han convertido” en críticos directa o indirectamente. La aparición y existencia de múltiples plataformas donde se puede crear contenido ha hecho que cada individuo pueda tener el estatus de “creador de contenido” o como lo definen en el argot popular “influencer” y asumirse como un crítico más. Tan solo en TikTok podemos encontrar usuarios que hacen un análisis mínimo de la película y dan su puntaje, hasta otros que literalmente resumen la totalidad de la misma; es decir, te cuentan la historia, pero sin estar en la sala de cine.
Pero la crítica que hacen los influencers de las películas es sumisa, debido a los beneficios que adquieren con diversas marcas que representan no solo a sus canales sino también quiénes les invitan a las premieres de las diferentes películas, las llamadas campañas pagadas que hacen que la crítica acrítica sea el pan nuestro de cada día.
Y, por otro lado, la crítica especializada está cada vez más encerrada en sí misma, escribiendo para un círculo mínimo de personas que piensan igual y que, a pesar de que se hace un análisis profundo del cine, este es un tanto esnobista y rotundo como verdad absoluta que aburre y aleja a todos.
Narrativas huecas para una crítica acrítica
Lo anterior puede explicar parte de la crisis no solo del cine sino de la crítica. Otra variable puede ser el desgaste de las narrativas. La poca creatividad y el poco interés de los estudios de arriesgarse para contar historias frescas merman el interés del espectador. Está bien esperar una segunda parte o incluso una tercera de algún título exitoso, pero que ya hayan diez películas de Rápido y Furioso, y que, además, no dé tiempo a procesar la anterior es como tener una indigestión.
Los grandes estudios parecen encaminados a mantener su planificación de estrenos de remakes, secuelas, spin offs, live-actions, etc., porque han conseguido tener un ejército de personas que, por mantener sus beneficios con algunas marcas y distribuidoras, prefieren hacer una crítica acrítica que crea una falsa ilusión de que todo lo que se estrena el en cine no está mal, pero podría ser mejor y caer en un limbo de lo subjetivo que beneficia única y exclusivamente a los estudios y su zona de confort.
Es por eso que la crítica especializada de cine debe transformarse en algo que pueda tener la capacidad de discernir sobre lo que ve, sin necesidad de tener miedo a perder un beneficio con alguna marca y también tener canales que la acerquen mucho más al público. Algo que hasta cierto punto se puede observar en canales de youtube como el de Alejandro Calvo y Sensacine, ZepFilms y con un toque de humor, Te lo resumo así no más.