… a los tantos días de 2020
A pesar de COVID-19, la dolce vita de los centros del poder capitalista (local, nacional, transnacional) no se ha visto interrumpida. Los poderosos aún duermen el sueño tranquilo de los zares previo a la toma del palacio de invierno.
Las movilizaciones, los homicidios, las políticas de mano dura, la escasez de gasolina, los encarcelamientos a la gente que lucha por el proyecto popular, los femicidios, el racismo, las pandemias… les siguen pareciendo variables (in)controlables en el tablero geopolítico.
Confiando en sus ejércitos, policías, mercenarios y guardaespaldas, los poderosos siguen en sus restaurantes, deglutiendo, bebiendo, tramando, mandando.
No obstante, y a pesar de que la corriente eléctrica se corte a medianoche, del exceso con que se administran las medidas excepcionales, del fingimiento y el espectáculo, de la seguridad que los rodea, el juego sigue su curso. Los condenados de la tierra se movilizan.
Por todas partes y bajo ensamblajes ideológicos distintos y divergentes, leemos mil titulares que rezan: “la situación es amenazante”.
¿Amenazante para quién?, nos preguntamos.
Para la familia Qom golpeada brutalmente por la policía en El Chaco (Argentina).
Para las clases populares víctimas potenciales del las FAES y la política de gatillo fácil que implementan desde hace cinco años.
Para los inmigrantes del sur y el centro de América, para todos aquellos que huyen de los imperialismos y los malos Gobiernos.
Para las mujeres, en particular las de clases populares.
Para Aryenis y Alfredo.
Y puede seguir sumando a la lista.
Los poderosos nos amenazan y estamos en contra de ellos:
Contra los especialistas en podrir situaciones revolucionarias, los radicales pasivos y los portaestandartes de la espera (Dalton dixit).
Contra los liberales que hoy reivindican la universalidad del ser frente al racismo, para decir: todas las vidas importan.
Contra los femicidas que, al día de hoy, se han cobrado miles de víctimas en buena parte de los países de nuestro continente.
Contra las políticas de mano dura y de criminalización a los sectores populares.
Contra la inoperancia y desatención de los Estados latinoamericanos frente a las inmigrantes.
¿Quién puede hoy hacer juego de manos con las consignas? ¿Quién puede hacer de ellas malabares, diávolos, títeres con el fin de convertir los errores en traspiés, las derrotas en victorias, los compromisos en virajes revolucionarios? ¿Quién puede hoy hacer de las consignas un gesto de clausura discursivo que llame a la desmovilización? Se nos dice que desconfiemos de aquellos que trabajan con las palabras, que a los seres humanos se les debe juzgar por sus actos. Sin embargo, como nos recuerda Roque Dalton, hay algunos seres humanos “que lo que hacen / es decir QUÉ HACER”.
Las calles siguen siendo nuestras y en MenteKupa #LesCreemosALasNiñas.