La caída significó una “ruptura” esencial en la condición humana. Sus consecuencias fueron el sufrimiento, la sexualidad, el politeísmo y la muerte.
Eduardo Azcuy
EL VIAJE COMO METÁFORA, DESEO Y REPRESIÓN
La búsqueda del paraíso perdido en Raday Ojeda, y su infatigable tránsito de la memoria al olvido, inaugura la posibilidad del encuentro, cuando sólo somos vestigios, ósea, pedazos apenas de lo acontecido. La memoria entonces urde la cárcava nebulosa de las quimeras, posibilitando el regreso a un estado originario donde la traza hecha polvo del recuerdo nos hilvana en hilachas, sensaciones y emociones fulgentes, a través de una palabra que enhebra y teje los instantes, para luego descoser lo hecho e iniciar de nuevo el viaje hacia la nada. Argonauta extraviado en sus deseos; con monedas que lo llevan a improbables espacios, reducidos al evanescente humo del olvido.
Pues en esencia somos el aliento de todo lo que se desmorona interior y exteriormente, de todo lo edificado por lo humano y su precaria lucha por convivir, coexistir, ante el tiempo que huye para revelarnos lo sido, lo que seremos: sombra, huella, ceniza, y otra vez la nada.
La psiquis, en este sentido, es un pozo de recuerdos ineluctable. Eso que perfecto fue ayer, hoy se desmorona, aquí y ahora. Por lo tanto, el argonauta prepara su nave, consciente de las adversidades que deberá librar en el ovillo del pensamiento; en los puentes tejidos hacia la memoria, custodiado por la razón para no cortar el hilo de Ariadna y no perecer en la intentona contra la dictadura del tiempo y sus aguas; mitos estos que ahora tratamos de tejer junto al marino. Impertérritos, sólo por hallar en el recuerdo la luz iniciática de la memoria que, una y otra vez, como una construcción fugaz nos aniquila desde la caída; desde la salobre conducción de la rajadura humana: soledad, miedo, angustia y afán de rehacerlo todo de nuevo.
El recuerdo del Paraíso, impreso aún en las estructuras psíquicas que preceden a nuestra psiquis individual, es decir, en lo que Jung denomina inconsciente colectivo, supervive degradado en imágenes y símbolos. Se intuye en las islas terrestres, en el paisaje de los trópicos, en la libertad sexual, en la beatitud de la desnudez, en la búsqueda del “otro lugar” y en el deseo de algo completamente distinto del instante presente.
Azcuy, 1982, p. 10
La búsqueda del «otro lugar» nos llevará siempre al «eterno retorno». Es decir, al encuentro con la refracción de nuestra imagen: deseos, miedos y sombras; con lo más profundo nosotros mismos. De modo que en esta suerte de espejos que es la vida, somos reflejos y refracciones, memoria y evasión. Imágenes y símbolos de la perdida desnudez. Somos sólo sombras en medio de la nada. Chispazos de luz en la eternidad. Momentos efímeros en la región del olvido.
La nostalgia –entendida como uno de los grandes fundamentos de la vida espiritual– expone al desnudo los secretos del ser. A propósito, Mircea Eliade nos aclara: «El hombre más realista vive de imágenes y la nostalgia más abyecta disfraza la nostalgia del Paraíso». De allí que sea este «regressus ad originem» (la eternidad) sea la cura, aunque disipada en la evocación del instante; en el fluir del recuerdo como un río oneroso y vital que nos devuelve a la vida. Pues, en el viaje se cumple la oblación y, a su vez, la abolición de la historia. Sólo puede haber ansia de futuro.
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EL POETA: ETERNO PASAJERO EN TRÁNSITO
Los poetas son seres que transgreden y traspasan los límites (imagos) del yo. Así, instaurados en esos bordes nos proponen desde su crueldad e inocencia: «cómo vivenciar la Unidad psíquica y romper las cadenas de la angustia existencial». Es un tiempo alterado sólo por quien ha heredado las facultades del argonauta, del vidente y, por tanto, poeta en eterno tránsito; a partir de lo cual, Raday Ojeda reconstruye espacios, vivencias y evocaciones, infatigable hila –una y otra vez– la tela de los dioses hasta rasgarla, para suturar sus propias heridas y fracturas existenciarias. Edifica, por eso, a través del viaje hacia la memoria su salud psíquica, su palabra deshecha y reelaborada, su paz mental.
En la búsqueda de esta armonía espiritual, el vate se remonta al pasado y lucha a través de la luz y las tinieblas de la evocación (fantasmas), por eso que al final sólo habita lo precario de la imagen/ lo vago-pretérito de la experiencia. Es, como se advierte, una lucha fatigosa por encontrar el vínculo con aquél destello de felicidad o luz, cuya inmanencia es eterna como lo es el castigo asignado a Prometeo o a Sísifo por los dioses.
En tan particular búsqueda se le va la vida al poeta Ojeda. La palabra entonces es una certeza signada por los arquetipos, en un mundo donde «Las realidades son metáforas, ya que todo transmite una significación». Ello así se presta a la idea de Rimbaud: «…estoy condenado a vagar ligado a una empresa lejana». En pocas palabras, Raday Ojeda, en su «regreso al origen», en su papel de demiurgo al exorcizar el lenguaje por obra de su más reciente título La violenta maquinaria del olvido (Fundarte: 2022), nos alerta y convoca a un canto desde el margen –el de todos los exiliados–, pero siendo también un universo rico e ilimitado; muestra de ello es el texto inicial del libro:
INCISO EN LA PARED
Quise una casa salvaje y constelada
como tu vientre, madre; ese cuenco
de escarcha.La espera en ti
son estas grietas en mi cuerpo
que tanto te gustaría clausurar
para no sentirme
desnuda y
sin dueño.Pero esta casa, aún sin friso/ rústica,
bloque tras bloque, poda y ablación
se va alejando, cada vez más,
de lo tardíamente perseguido.
Inflamado: acumulo orina en sus veredas,
agrimensuro cada fisura o enojo indebido.Entonces, para sentirme a salvo, María Eugenia,
amarro como racimos a todos nuestros difuntos
aunque des-mo-rone, tuerza y acabe por insolar
este sueño de mojadas barajas
que memoriza nuestras culpas
y me cobra caro.Las hormigas saben
Raday, 2022, p. 265.
que la resolana nos ha curtido la piel.
En los códigos de Raday Ojeda abunda la diosa (Hybris), por cuanto su palabra asaltante de bardo nos aproxima al fluir de los ríos. Es su letra impugnadora la que arrasa los silencios de Hamlet, en el sentido de que sabe llenar los huecos de significantes que recrean al Padre (su padre), mientras el ruego a la Matria habita las sombras, los resquicios y agujeros de la casa. Construyendo una y otra vez la desmedida memoria que brilla como la flama en extinción de un cabo de vela.
Ante La violenta maquinaria del olvido, Raday Ojeda con su ojo de horipopo todo lo soporta. Y entonces, emergen imágenes y símbolos desde su memoria: espejos rotos, hartos de ausencia y de sangre. Extrañamiento del olvido. Percance de las sombras. Medios tonos o un gris, ocre o verde de aguas salobres. Tinajas que no consiguen dormir: paridoras de tempestades sobre territorios aluviales/ de peces que, tras retozar a la manera de grandes orgías, hilan los bordes del abismo.
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EL DESEO Y LA PALABRA
[Deseo]. “Eso es lo que realiza la unión con el campo definido por Freud como el de la instancia sexual al nivel del proceso primario. La función del deseo es residuo último del efecto significante en el sujeto. Decidero en el cogito freudiano. (20)”
“El deseo, determinado por la pérdida, es lo que mueve incesantemente al sujeto en su huida de un significante a otro: fuga que no tiene otra causa que la espera del retorno de lo que continúa faltando indefinidamente. (Freud: 1979, p. 68)»
Luis Hornstein: 1979.
Es, quizá, por todo esto hasta aquí dicho, que la palabra de Raday Ojeda sea un movimiento del alma alterado –tras eso que insatisface la vida– y que se halla borroneado en su escritura. Esto se impone al poeta por castigo de los dioses: la invisibilización que produce su huida de animal herido: sal, canto y cuchillo. Sin embargo, la violación de ese mandato se produce obstinada y paradójicamente por vías de más (re)escritura, pues esta mecánica da pie para que –a la manera de deformes palimpsestos– cada tanto se juegue a desaparecer, borronear y reescribir sobre lo escrito, siendo ello el precioso instante del argonauta y su viaje sin retorno. La vocación se asoma y, entonces, se le revela al poeta desde ese triunvirato de naufragio-exilio-nostalgia: otra palabra ofrendada como un grito sordo en el papel.
Caracas, agosto de 2022.
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Bibliografía:
Azcuy, Eduardo. El Ocultismo y la Creación Poética. Monte Ávila Editores C.A. Caracas.
Ojeda, Raday. «Inciso en la pared», en La violenta maquinaria del olvido. 12° Premio Nacional de Literatura “Stefania Mosca” (poesía), Caracas: Fundarte.
Freud, Sigmund. Citado por Luis Hornstein en «Acerca de Edipo» en la Revista analiticƋ para una problemática del sujeto, N° 1. dic. Editorial Ateneo de Caracas.
Sibony, Daniel. El Otro Incastrable 2. Psicoanálisis escrituras. Ediciones Petrel, S.A. Barcelona – España enero, 1981. Zolla, Elemir. Los arquetipos. Monte Ávila Editores., C. A. Caracas, 1983.