Sobre la crítica cultural y la reconfiguración del campo cultural venezolano
Hay quien dice que el silencio hace desaparecer los límites entre el mundo y el lenguaje, que en los bordes de esa relación, cuando no hay nada que decir o cuando las palabras ya no hacen sentido, surge una violencia normalizadora que reordena y redistribuye el orden social. Sin embargo, el silencio nunca es total y en lo dicho siempre hay silencios. Rodeados de un paisaje sonoro nos ubicamos, rememoramos y ensamblamos un lazo social que nos permite ser siempre con otros. Como en la música, los silencios definen ritmos, respiraciones melódicas, cambios de movimientos, y en ellos logramos develar el gesto de una bailarina en suspensión, la farsa, el drama o la tragedia de una ópera. Bien saben los amantes que el silencio es una forma de comunicar, como los artistas plásticos y los cineastas, y todos los artífices de la imagen saben que el cuadro es mucho más amplio que sus cuatro vértices. Los silencios, las sustracciones, aquello no representado que toma un lugar para sí, forman parte de los procesos creativos que históricamente han resonado en el campo de la cultura.
Hoy un editorial, mañana puede ser… con los editoriales nunca se sabe, después de todo dependen de que haya algo que decir, de otro modo, mejor callarse. Este es para contarles que hemos pasado algo más de un año articulándonos como grupo de investigación y crítica cultural.
MenteKupa ya tiene tres años y como espacio de publicación, promoción y articulación artístico-intelectual funciona; aunque por ahora sea una plataforma pequeña, sus ganas de crecer son enormes y el panorama muestra posibilidades.
En especial porque en la actualidad venezolana los ensambles artísticos, intelectuales y culturales se multiplican, lo que se observa en la cantidad de espacios digitales y orgánicos que han aparecido en los últimos tiempos. Esto indica una movida cultural pujante y la apuesta de parte del trabajo estético-cognitivo por una producción autónoma cuya condición parece ser el fortalecimiento del campo cultural venezolano en su conjunto, incluyendo a la gente que está más allá de las fronteras.
Al lado de los grandes espacios ya consolidados y sustentados en la vieja polarización, han aparecido una marabunta de iniciativas tan singulares como heterogéneas entre sí, de las que se diría que no solo aspiran a ganarse un espacio, sino a reconfigurar el campo cultural energizándolo, fragmentando y acelerando su dinámica.
Esta multiplicación de espacios y gentes produciendo, reproduciendo, modificando objetos y prácticas culturales, símbolos, signos, mensajes, ocurre en una situación sumamente difícil para el país y lo hace contra las dificultades. Surge contra la idea que afirma que la vida debe reducirse a la producción de lo estrictamente necesario para su mantenimiento, y a la vez surge como una necesidad de la vida acorralada en el día a día, el freelanceo y la precarización de la producción artística e intelectual.
Podría hablarse así de una red en potencia, o quizás, del surgimiento de nodos de cuyo tramado efectivo y posicionamiento frente a lo ya existente dependerá el porvenir del campo cultural. Una red no es nada si no hay comunicación, si la información no fluye y vincula efectivamente.
Aquí en MenteKupa nos sentimos felices de apostarle a la reconfiguración del campo cultural venezolano, y sentimos que una manera es darle circulación a las investigaciones, debates y reflexiones que hemos venido desarrollando durante el último año.
Cuando hablamos de crítica cultural tenemos claro que crítica es juicio, valoración, apreciación reflexionada, justificada, razonada; que puede ser también comentario, análisis, deconstrucción, reconstrucción… que implica posicionamiento, emplazamiento, interpelación y, por qué no, polémica… tenemos otras ideas… pero lo que nos resulta verdaderamente difícil es definir “cultura”.
Por esto, hemos pensado que un buen inicio es discutir los modos a través de los cuales la relación Estado-petróleo-sociedad-tecnología ha producido unos objetos que seguimos llamando “culturales”, porque sospechamos que su crítica puede dinamizar el campo cultural. Por los momentos, tenemos más interrogantes que respuestas, un conjunto de lecturas y controversias que hemos venido trazando y ordenando intuitivamente. Aún no hay recorte, definición, ni límites más precisos que los mencionados. Como el obsesivo, hemos ido acumulando notas, películas, peroles, libros, juguetes… lo que resulta en una colección abigarrada y exuberantemente significante como para apostar a que de su crítica podamos conmover significados y producir articulaciones. Algo de todo eso es lo que queremos seguir intercambiando en este espacio en los meses que siguen, reafirmando que las puertas están abiertas para seguir sumando “objetos” al inventario.
De la crisis todos hemos aprendido, que plasmen lo positivo o negativo, que hemos sacado y ha marcado cada una de nuestras historias, que siguen unidas por hilos invisibles en todas las ciudades del mundo, con un orígen común, me llena de orgullo. Y les deseo que salga porque se pueda muchas veces más. Abrazos fraternales a todos.