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Recientemente, la ideología que permanecía disimulada ha decidido salir a la luz, desenmascararse. Así, Superman les habla a los habitantes de un ghetto en rebeldía: “Recuerden que en tanto ciudadanos de los Estados Unidos, ustedes también disponen de un superpoder que no pertenece sino a ustedes: ¡el voto!». Y otros personajes se encargan de adoctrinar a los negros amotinados; incluso hay una «súper-pantera negra» que hace de las suyas. Es decir: la propia realidad social de los Estados Unidos obliga a tocar directamente problemas sociales y a suministrar soluciones acordes con la estabilidad del sistema.
Ludovico Silva (1971)
«Los cómics y su ideología visto del revés»
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Bienvenido a la tierra de la fantasía
A cierto nivel Wakanda Forever no trata del conflicto entre una superheroína y su par villano, sino que narra la historia de un conflicto geopolítico entre dos Estados fantásticos constituidos por identidades étnicas puras, los reinos de Wakanda y de Tlalocan.
A este nivel la contraparte principal de los Estados sobrenaturales en pugna es la federación estadounidense –representada por personajes blancos– que en la película y su geopolítica extravagante, hace de líder global de los países “reales” y parte secundaria interesada en el conflicto entre los imaginados.
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¿Cuál es la razón de la intervención del Gobierno estadounidense en la disputa entre las naciones fantásticas? La que sería natural, proteger sus intereses y en especial prevenir amenazas contra su seguridad nacional y la global; en tal sentido, los personajes que lo representan son en su gran mayoría agentes o funcionarios de inteligencia.
Sin embargo, en la geopolítica de WF, Estados Unidos tiene un papel reactivo y casi pasivo. Impotente frente a la tecnología wakandí e ignorante de la existencia tlalocaneca, una vez conocedor de la amenaza que esta última representa, su expectativa no es liderar la lucha por la justicia, ni llevar la libertad al país “agresor”, sino salvar el pellejo apoyando a la potencia que ofrece el mantenimiento de su estatus.
Este papel subordinado y casi pasivo de Estados Unidos contrasta notablemente con el que tiene en otras películas de Marvel, como Suicide Squad 2 o Black Adam, donde superagencias de inteligencia organizan grupos de supercriminales o héroes para llevar la libertad a otros países y/o evitar una catástrofe. En estos filmes se parte de la idea de que el imperialismo no solo es necesario sino, además, legítimo, independientemente de los medios de los que se valga.
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Por otra parte, es notable que en WF la disputa entre tlalocanecos y wakandíes no envuelve a malos malignos contra buenos buenotes. De hecho, el conflicto se desata cuando la búsqueda estadounidense de esa piedra filosofal que es el vibranium se presenta como una amenaza para el submarino y hasta el momento pacífico Estado de Tlalocan, y, a su vez, crece la presión global contra una Wakanda que se niega a compartir sus recursos y conocimientos.
Además, Namor no es el villano loco (Thanos) o malo maligno (Darkside), incluso su conducta política puede justificarse, pasivamente, como un efecto del colonialismo extractivista y, activamente, como resistencia, represalia, y/o voluntad de poder. Entre otras cosas, el soberano tlalocaneco podría argumentar que su proyecto de someter al mundo “real” solo quiere prevenir una futura y reincidente agresión contra su pueblo. Si bien, la conducta política de Pantera Negra no necesita justificación –según Maquiavelo sería tan virtuosa como puede serlo una conducta política, y lo mismo diría de la reina Ramonda–, Shuri es un personaje roto (como Namor), o si se prefiere, habitado por una oscuridad contra la cual lucha y sobre la cual triunfa solo al final.
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Entonces, aunque el Gobierno estadounidense intervenga como segundón en el conflicto del lado wakandí (mediante la oportuna acción de sus servicios de inteligencia), son los rotos líderes de las fantásticas naciones de color quienes –tras mucha acción violenta pero poco sangrienta, casi nada de sudor [¿quién construyó las maravillas tecnológicas del país?, preguntaría Brecht] y muchas lágrimas– llegan a la paz. Una paz que no trastoca un orden internacional cuyas “potencias”, de todos modos, no podrían hacer mucho más que conformarse con el resultado. Este papel protagónico y soberano de los Estados fantásticos es un rasgo destacado del blockbuster.
Si se contrapone la imagen fantástica del orden internacional presentado en el filme con el real, y partimos de la idea de que Wakanda representa a África y Tlalocan al sur de América (cuya frontera está en el Río Bravo), la película presentaría la vieja ambición imperialista estadounidense y su interés por los recursos naturales (vibranium = litio sudamericano o cobalto africano, entre otros) y humanos de estas regiones del mundo como la cosa más natural. Además, el conflicto entre los Estados imaginarios sería una excusa para mostrar a la primera potencia del globo como un país respetuoso de la autonomía e identidad cultural, política y económica de las unidades políticas del Sur y a la vez como un defensor de la seguridad y paz global dispuesto a todo, si esto se hace necesario.
Habría entre una imagen y la otra una suerte de inversión en cuanto a que los débiles son presentados como potencias enteramente dueñas de sí mismas, y la potencia –que vendría a ser la única– como impotente en el logro de su ambición. A su vez, el conflicto con las agrupaciones del Sur, consecuencia de la búsqueda de los intereses estadounidenses, sería desplazado al conflicto fantástico entre estos últimos. En la medida que esta pugna pone en peligro la paz global, la película presentaría como cosa supuesta la injerencia “no protagónica” de Estados Unidos en los asuntos de otros, y la anuencia de los otros frente a esta. Esto es facilitado porque los Estados maravillosos son absolutistas: al parecer en el universo de Marvel (y en el de DC) ninguna representación ficcional de un otro de los estadounidenses puede tener una forma de gobierno diferente a la monarquía absoluta, más o menos autoritaria o benévola.
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Qué pequeño el mundo es…
Hasta aquí, la descripción del orden geopolítico representado en Wakanda Forever ha tenido por objeto definir los elementos y dibujar las relaciones que definen uno de los lados de la analogía (a es a b) que expresa el problema cuya solución proyecta el filme: el conflicto entre Wakanda y Tlalocan es al orden global del universo de Marvel, lo que el conflicto étnico es al orden político actual de Estados Unidos.
Así, ni Wakanda queda en África, ni el reino submarino de Tlalocan queda en la frontera con México, ambos quedan en Estados Unidos, al interior y en los márgenes extendidos de sus fronteras, y la película sería una traducción o codificación en clave de segregacionismo cultorracial de dos conflictos de su actualidad política.
De una parte, Wakanda con todo y su multitribalidad, expresa el ideal de una comunidad afrodescendiente autónoma y cerrada sobre sí misma, que no solo dispone de recursos propios –de los que se diría que son inalienables–, sino que además posee el conocimiento necesario –del que se diría que no es solo esotérico, sino inherente a la identidad– para explotar esos recursos, y que pese a “roces y fricciones” es capaz de convivir con los otros bajo el gobierno “blanco”.
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Si la actitud política de Wakanda es a fin de cuentas defensiva y pacífica –lo que evoca la historia de la lucha de los afroamericanos enEstados Unidos y sugiere que han conquistado un espacio de libertad e igualdad en el melting pot estadounidense (de allí la importancia del personaje de Riri Williams)–, la agresividad de Tlalocan expresa la nueva situación creada por la migración sudamericana a Estados Unidos. Si bien existe una larga tradición migratoria desde el sur del Río Bravo, incluidas las islas del Caribe, su magnitud se ha incrementado de forma tal que puede hablarse de una tendencia exponencial irreversible que afectará la composición étnica del país, lo que sumado al incremento del peso de las otras minorías, en especial la afroamericana, amenaza la hegemonía de la mayoría “blanca”.
Si Tlalocan refiere a México y le es frontera, esto expresa la extensión de la política fronteriza estadounidense que espera que todo el sur del continente se transforme en una suerte de filtro que contenga y seleccione la migración.
Aunque conflictivos, los tlalocanecos también representan un ideal de identidad cultural autónomo y cerrado sobre sí mismo. Incluso, quizás por ser más conflictiva, esta identidad es también más autoritaria, lo que más allá de contrastar con la benevolencia de las autoridades wakandíes, pues a fin de cuentas son soberanos absolutos, da cuenta del deseo de homogeneidad y pureza sobre el que cabalga el filme.
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Desde el punto de vista del espectador, Wakanda no representa una identidad más que por sus signos exteriores, bien puede representar a los afrodescendientes estadounidenses tanto como a la migración africana contemporánea. Esto es quizás más importante en el caso de Tlalocan, que puede representar a cualquier comunidad identitaria latina migrante o radicada en Estados Unidos. Lo importante es que cada identidad cumpla con la condición de convivir con las otras, juntas, pero no revueltas.
Lejos de promover la guerra entre estos ideales de comunidad identitaria, Wakanda Forever promueve la paz, la reconciliación ante una situación eminente conflictiva, sobre todo porque en el mundo real aquellas identidades competirán, y de hecho ya compiten, en la distribución de recursos, derechos y exclusiones implicada en la política y economía estadounidense, así como también se proyectan como un recurso vibrante y creativo de su vida político-económica.
Esta capacidad de puja en la mencionada distribución o reparto se expresó, por ejemplo, durante las últimas elecciones estadounidenses, con el apoyo de las comunidades latina y afrodescendiente al candidato demócrata, y puede ser decisiva de cara a los comicios de 2024.
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Volviendo a WK es importante el conflicto, pero también la paz, y a propósito de esta, el hecho de que, pese a todo, tiene lugar bajo el reconocimiento de la autoridad del Gobierno estadounidense. El reconocimiento de la capacidad y sabiduría de los tlalocanecos y wakandíes que deja en la impotencia e ignorancia política al Gobierno, tiene como correlato el reconocimiento de su autoridad en particular sobre las otras comunidades de ciudadanos estadounidenses representadas por él (que en la película serían las otras naciones “blancas” del mundo).
Por otro lado, si la contraparte estadounidense de los Estados marvelísticos está representada por gente “blanca”, esto destaca el preponderante lugar que esta comunidad tiene en la distribución de “lo mío y lo tuyo” estadounidense. Así WF actualizaría el viejo proyecto de un segregacionismo étnico, como solución a los conflictos derivados de su particular historia de xenofobia y racismo –que todo país tiene– y de la proliferación de identidades producto de la migración, no solo latinas o sudacas, sino también africanas o negras.
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Es relevante tener presente que en Estados Unidos la idea de un segregacionismo étnico o cultural no es un proyecto exclusivamente “blanco”. No solo porque hay varios “blancos”, sino porque además las otras comunidades que han participado en la lucha por la distribución de recursos, derechos y exclusiones en ese país (incluida la afrodescendiente y la latina), han contribuido a ello y aún tiene defensores en todas partes (también detractores, claro).
La idea central en que se basa el segregacionismo étnico con el que sueña Wakanda Forever es que cada identidad, si se quiere cada diferencia, pueda convivir con las otras manteniendo su pureza y homogeneidad, que es como querer hacer un hervido y que las verduras no se disuelvan lo suficiente para dar espesura al caldo.
Desde este punto de vista, si WF tiene un efecto allende las fronteras de Estados Unidos, este es el de extender sus problemas y soluciones al globo entero. En específico, el sueño de un espacio constituido por identidades étnicas puras y fundado en el segregacionismo voluntario.
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