Toda persona habituada a la discografía de Rage Against the Machine conoce el notorio componente ideológico de sus letras, componente que Zach de la Rocha no disimuló en lo absoluto y que se exhibió con toda su ferocidad en su álbum debut: Rage Against The Machine (1992). Pese a que sus canciones antisistema y postura crítica contra el régimen estadounidense redujeron su exposición en los medios de comunicación de masas, Rage se consolidó como uno de los grupos insignia de la música de los noventas, un repaso imprescindible para comprender el siempre pertinente correlato de la música con la sociedad y viceversa.
En Rage Against The Machine la banda hace visible su postura frente a distintos temas y problemas sociopolíticos en suelo estadounidense, pero ninguno con un enfoque tan personal como el que permea a “Settle for Nothing”, cuarta pista del disco y donde de la Rocha visibiliza su niñez problemática y el “escape” que encontró en las bandas callejeras.
“Y ahora tengo un nombre”
Ya el inicio de la canción nos presenta de lleno la noción de familia disfuncional que atraviesa sus 4:47 minutos de duración y anticipa, además, uno de los temas que orbitan el contenido de la canción: la relación de las bandas callejeras con la autoridad (A jail cell is freedom from the pain in my home). El siguiente verso toca otro punto sensible como lo son las conductas aprendidas a nivel intrafamiliar, modos de relacionarse con el mundo y con otros que parecen heredarse de generación a generación y que no son suprimidos hasta que no se aborde la raíz del problema (Hatred passed on, passed on, hatred passed on).
Seguidamente tenemos una aproximación a las características del mundo del protagonista, pero principalmente a su continua apropiación de él, que le permiten reconocer fácil y rápidamente sus rasgos y manifestaciones (A world of violent rage, but it’s one that I can recognize), lo que está relacionado con un verso posterior que confirma la aceptación por parte del narrador de las circunstancias que lo rodean (Yes, I dwell in hell, but it’s a hell that I can grip).
Inmediatamente antes de la frase anterior, tenemos un nuevo acercamiento a una dinámica familiar disfuncional, esta vez con la mención del abandono por parte de la figura paterna (Having never seen the color of my father’s eyes), una experiencia que de la Rocha vivió en carne propia y que marca la pauta en esta canción. Es importante señalar que esta disfuncionalidad familiar no pasa desapercibida por el narrador, que intentó actuar mas no pudo aferrarse a su familia por completo (I tried to grip my family, but I slipped).
Uno de los momentos definitorios son los dos versos finales de la única estrofa de la pista (To escape from the pain in a existence mundane/I got a nine, a sign, a set, and now I got a name). Todo lo mencionado en el último verso corresponde a elementos que podrían caracterizar al “tipo ideal” de integrante de una pandilla callejera: un arma de fuego, un saludo específico, un grupo de amigos/compañeros y un apodo. Estos elementos conforman una identidad social que el narrador adopta en su intento de lidiar o escapar de una realidad que lo oprime y le genera insatisfacción.
Esa identidad de pandillero subyace en el comienzo del coro de esta canción (Read my writing on the wall/No one’s here to catch me when I fall) en tanto comúnmente se les asocia con la práctica del grafiti y, por otro lado, con un estilo de vida que puede dejarlos sin el respaldo de su familia cercana o de las instituciones convencionales Vale indicar, además, que la frase “escritura en la pared” suele usarse para expresar la proximidad de un desastre aparentemente inminente[1]. Siendo así, ¿acaso el narrador nos advierte el final trágico que su vida pueda tener?
Por ejemplo, este último verso también puede interpretarse como una referencia a la tendencia de los pandilleros a enfrentarse a las fuerzas del orden y perecer frente a ellos. Viéndolo así, podríamos hacer una vinculación con la siguiente parte de la canción (Death is on my side/suicide) sin dejar de lado que esta, también, puede entenderse como una aceptación de la peligrosidad de su estilo de vida y la reducida expectativa de vida de aquellos que entran de lleno a su mundo.
Otro de los grandes temas de la canción es el aparente antagonismo entre el estilo de vida de la minoría de las bandas callejeras y el promulgado y legitimado por los medios de comunicación de masas de los Estados Unidos (Caught between my culture and the system/genocide). Este uso del término “genocidio” no debería entenderse literalmente, sino como una manera figurativa de indicar cómo los mass media invisibilizan y/o invalidan el trasfondo cultural y el modo de vida del narrador. Si es así, en vez de referirnos a genocidio a “secas”, podríamos hablar de un genocidio mediático o genocidio cultural.
Esta situación de negación e invalidación mediática y cultural es una circunstancia que nuestro protagonista no quiere dejar de lado (If ignorance is bliss/Then knock the smile off my face) y que quiere concientizar entre los suyos, razón por la que de la Rocha termina la canción haciendo un llamado reiterativo a tomar acciones para dejar atrás la pasividad y cambiar el estado de cosas (If we don’t take action now/We’ll settle for nothing later/We’ll settle for nothing now/And we’ll settle for nothing later).
Naturalmente, estos versos finales no solamente se enmarcan en el enfrentamiento sociocultural que atraviesa a “Settle for Nothing”, sino a todas las problemáticas sociopolíticas de Estados Unidos que se manifiestan en el disco debut de Rage Against the Machine y que se exhiben en mayor o menor grado en todas las canciones que lo conforman: brutalidad policial (“Killing in the name”), empoderamiento de la sociedad frente al gobierno (“Take the Power Back”), control gubernamental mediante los medios de comunicación (“Bullet in the Head”), la supervisión del FBI sobre los movimientos sociales (“Wake Up”), y un largo, largo, largo, etcétera.
Un momento para el desglose
Muchos son los temas que se cruzan en “Settle for Nothing” y que hacen de esta una canción interesante para el análisis. En primer lugar, hemos de retomar la cuestión de la familia disfuncional y un entorno que, para bien o para mal, es una de las grandes determinantes en el comportamiento que tendrán las personas a lo largo de sus vidas.
El abandono del padre que nos sugiere la canción es uno de los elementos que explican el trasfondo disfuncional de nuestro protagonista. Se trata, al fin y al cabo, de la ausencia de una de las mayores figuras de autoridad en la crianza y uno de los responsables de la formación inicial y los basamentos ético-morales del individuo[2]. Dicha ausencia en la crianza puede incidir en una “brújula moral” débil o, puesto de otro modo, en un mayor riesgo, por parte del individuo, de involucrarse en actividades o ejercer acciones moralmente cuestionables por parte de la sociedad, a menos, claro está, que la madre y el entorno del niño lo eviten.
Naturalmente, no todo puede ser reducido únicamente a la presencia o no de los padres y su incidencia en la crianza, también hay que echar el ojo al contexto en que se gesta el niño. En este caso, parece que estamos inmersos en una situación donde ascender socialmente es complicado, donde la violencia está a la orden del día y donde las instituciones han fallado en darle cobijo a las generaciones más jóvenes, enraizadas en unas circunstancias que no les permiten ver claramente un horizonte de futuro que les satisfaga. Una realidad difícil donde grupos de pandilleros cuentan con elementos suficientes para crecer y desarrollarse, al aparecer, como una vía con la que los individuos pueden aprender a lidiar con la dureza del mundo que les ha tocado vivir.
En clave de comunidades
Parece pertinente rescatar los conceptos de “comunidad de sentido” y “comunidad de vida”, tal como los trabajan los sociólogos Peter L. Berger y Thomas Luckmann en su ensayo Modernidad, pluralismo y crisis de sentido: la orientación del hombre moderno, para poder ahondar un poco más en el rol que cumplen las pandillas callejeras en la construcción de la identidad de quienes las componen.
Según Berger y Luckmann, las comunidades de vida se caracterizan por una acción que es directamente recíproca entre sus miembros y que cuenta con continuidad en el marco de relaciones sociales duraderas. Los miembros de la comunidad confían en la longevidad de esta, sea en un sentido institucional u otro. Por su parte, las comunidades de sentido pueden ser definidas como grupos de personas que se juntan o mantienen juntas por interpretaciones compartidas del mundo o de ámbitos de sentido específicos.
Los autores coinciden en que toda comunidad de vida presupone la existencia de una comunidad de sentido por más mínima que esta sea, pero no a la inversa. Es decir, no es necesario que una comunidad de sentido sea a su vez una comunidad de vida, pero sí es posible que se convierta en una si se dan ciertas circunstancias, siendo la interacción relativamente continua entre sus miembros la manera de alcanzar un cierto nivel de cohesión.
Las comunidades de sentido contienen dentro de sí reservas históricas de sentido que acumulan con el paso del tiempo y que pueden poner a disposición del individuo, un papel similar al que Berger y Luckmann le atribuyen a las instituciones de la sociedad. Dichas reservas de sentido le permiten al individuo adquirir esquemas de acción y experiencia para aplicar en su vida, pautas que el individuo puede incorporar a su conducta y que le ayudarán a responder a las distintas situaciones que se le presenten.
Con lo anterior señalamos que las comunidades de sentido tienen un peso importante en el proceso de construcción intersubjetiva de la identidad personal, en tanto son espacios de los que el individuo se nutre para responder preguntas tan trascendentales como cuál es su lugar en el mundo, qué es lo bueno y qué es lo malo o, aún más importante, quién es él.
Ajustando conceptos
Ahora bien, ¿cómo se relacionan los conceptos de comunidad de vida y comunidad de sentido a lo que hemos venido analizando? Vale indicar que los grupos de pandillas del tipo que se sugiere en la canción pueden clasificarse como comunidades de sentido, como refugio o “santuarios” donde los individuos pueden más fácilmente dar significado a su contexto próximo, a la realidad social que los rodea y a su propia vida.
Podríamos decir que, en muchos casos, las pandillas callejeras son comunidades “de emergencia” toda vez que su formación ocurre espontáneamente y no tienden a prolongarse mucho en el tiempo, una razón por la que es necesario tener algunas precauciones y fijar algunos criterios para poder calificarlas de comunidades de vida que, como vimos anteriormente, tienden a prolongarse en el tiempo.
El rol de las comunidades de sentido como espacios para la construcción de la identidad personal se percibe cuando el narrador señala que se encuentra atrapado entre su cultura y el sistema. Esta confrontación se lee no solo en términos de trasfondos culturales distintos, sino también de interpretaciones distintas de la realidad, donde una de ellas considera que la otra quiere suprimirla e invalidarla.
También tenemos indicios de lo anterior con la “seña” y el “nombre” que el narrador dice haber adquirido para escapar de su existencia mundana. Tanto una cosa como la otra son parte de la nueva identidad que el individuo ha gestado para sí y que son clave para comprenderse a sí mismo como sujeto que forma parte de una colectividad donde tanto el nombre como la seña cuentan con un significado específico.
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En ningún otro lugar de Rage Against The Machine se encuentra un momento tan introspectivo como el que enmarca a “Settle for Nothing”. Esto no es una sorpresa si se toma en cuenta la postura crítica y de denuncia de la banda en torno a la política del gobierno de los Estados Unidos, que se plasma de mejor manera al poner el acento en el contexto sociopolítico del momento, más que en una hipotética o auténtica situación personal.
Lo que hace especial a esta canción es que pone en relieve una situación personal ficticia con tintes de realidad (la propia infancia de Zach de la Rocha) para abordar temas de relevancia e interés público, como el enfrentamiento estructural entre un determinado tipo de sub-cultura y “el sistema”, la búsqueda de identidad en las pandillas callejeras, la influencia de las dinámicas familiares disfuncionales en el desarrollo de los niños y/o adolescentes, y otros.
Notas
[1] La raíz de esto se debe a un pasaje bíblico del libro de Daniel sobre la caída de Babilonia. En dicho relato, se dice que un dedo de la mano de Dios habría escrito una advertencia para el rey Baltasar de Babilonia, quien había hecho un banquete con los vasos de oro y plata del Templo de Salomón en Jerusalén.
[2] La noción de que los padres han de ser “ejemplos a seguir” para sus hijos se debe, en parte, al rol que les es atribuido en el establecimiento de normas de conductas socialmente aceptadas a su descendencia.