“¿Quieres que te cuente la historia de la mano derecha y la mano izquierda? ¿La historia del bien y del mal?”, dice Harry Powell, mientras muestra sus nudillos tatuados con las palabras “amor” y “odio” en cada una de ellos.
Es difícil pensar en una película que corte una línea tan clara entre la inocencia y la depravación como La noche del cazador (EE.UU., 1955). La única película que dirigió el actor británico Charles Laughton, con un gigante Robert Mitchum como el reverendo Harry Powell, un criminal con ínfulas de predicador, que se entera en prisión de que su compañero de celda tiene un botín de diez mil dólares escondido en su casa.
Al salir de la cárcel, Powell se centra en su presa principal, la viuda Willa Harper (Shelley Winters), a quien se le insinúa hasta que termina cediendo a sus rigurosos encantos. Ambos se casan, pero la felicidad no está cerca, ni para ella, ni para sus hijos John y Pearl. El niño es el único que sabe dónde está escondido el dinero, y cuando su madre desaparece sospecha lo peor.
A partir de aquí comienza una persecución aterradora, a través de un paisaje pastoral estilizado que yuxtapone imágenes inquietantes e idílicas. Una poesía visual fascinante que evoca al cine expresionista alemán de los años veinte: árboles sombríos inclinándose hacia el río, la luz de la luna sobre las aguas, el demonio, vestido de predicador, en su acecho a caballo desde la colina. Todo con imágenes en alto contraste que se fijan en la mente.
Harry Powell, interpretado por un enorme Robert Mitchum, muestra convicción, una fuerza inminente y arrolladora, y una maldad que no solo enfría la sangre, sino que hace de su personaje uno de los más aterradores de la historia del cine. Es una interpretación para la eternidad.
La historia del predicador Harry Powell está basada en la novela La noche del cazador, un best seller de la época de la Gran Depresión. Relata la historia real de Harry Powers, asesino serial de los años treinta que fue sentenciado a la horca por matar a una viuda con sus tres hijos, y a otra mujer un tiempo después. Fue sospechoso también de estar vinculado a la desaparición de dos personas más, hecho que nunca se pudo comprobar.
La noche del cazador es una película con un gran poder visual, sensibilidad, terror y hasta cierta simplicidad de cuento de hadas, que la hace una obra maestra icónica, referencia del cine de terror actual. Fue un fracaso en taquilla al momento de su estreno, pero 60 años después sigue más vigente que nunca. La vi hace poco por primera vez y ya está entre mis favoritas del séptimo arte. Impelable.