A Yves Boissonnas
Yves resguardaba con recelo sus libros, probablemente con la misma intensidad con la que los adquiría desenfrenadamente. Se aferraba a su bolso de tela, especialmente durante la semana en la que se desarrollaba la FILVEN, quizás el momento del año donde era más feliz. Si lo encontrabas, lentamente, desde lejos, sacaba algún ejemplar recién adquirido, dejándote ver apenas la portada. Gracias a eso acumuló una enorme cantidad de textos, que lo acompañó de arriba abajo en su periplo y sirvió de resguardo, como torres de un castillo, para alejar a la parca, que igual supo flanquearlos para llevárselo al otro barrio, aunque le haya tomado un mayor esfuerzo.
Ahora vuelve a mí este recuerdo, al regresar a aquel momento, hace varios años, cuando se acercó y, en un acto inesperado, extrajo un par de libros de aquel bolso de tela para, acto seguido, ponerlo en mis manos. Uno de ellos, el Diario de cine de Jonas Mekas; el otro rotulaba en su portada El universo del western; ambos de la editorial Fundamentos. ¿A qué se debe este comportamiento extraordinario?
Yves llevó durante años una columna sobre cine, le apasionaba tanto como el fútbol y echar humo, fue el último tema sobre el que escribió en la prensa. Creo que estaba orgulloso cuando supo que también escribía y aquel regalo, ese desprendimiento inusual, fue su manera de motivarme a hacerlo. Releyendo sus reseñas de cine venezolano, publicadas por allá en 2014, pienso en la forma de este género y su distancia frente a la crítica. La reseña es el tío dicharachero, informal y buena vaina, que se mete en la conversación donde no lo han llamado, pero termina haciendo reír a los presentes. Mientras, la crítica es un caballero encopetado que pide podio y sala con micrófono para dar su disertación. Donde falta profundidad, sobra simpatía, y donde abunda el análisis, falta irreverencia.
La reseña cinematográfica, probablemente la reseña en general, es una presentación informal, que permite la insolencia y las afirmaciones fáciles, por eso es más honesta, quizás. La crítica va por los callejones y subterráneos, eso sí, siempre linterna en mano, porque todo riesgo tiene un límite para su cauto conductor. Aunque no debo pasar por alto, que la segunda no solo escudriña, sino que adelanta juicio en su análisis, valora y ubica una obra dentro de un marco, la coloca entre sentidos. Según manuales y reglas, la primera no debe tomarse ese atrevimiento, pero seamos honestos, ¿a quién no le gusta emitir un juicio a la ligera?, y ¿quién no lo disfruta si es elocuente? ¿Cuál es la relación de esta breve dispersión/introducción con lo que viene? Probablemente, la reseña y la crítica no solo separen disposiciones de tiempo o espacios de exposición, sino las personalidades de sus autores, a quienes se les da distinto el desarrollo de una cosa o la otra. Quién sabe qué diría Yves.
Vamos pues, entonces, a lo que nos trae aquí.
Hace poco más de un mes se estrenó en Netflix la película de 2018 The Wife, protagonizada por Glenn Close y Jonathan Pryce (a quien muchos recuerdan como el gorrión supremo en GOT y más recientemente como el papa Francisco). La trama se desarrolla en el año 1993 y arranca con una llamada telefónica que irrumpe en la intimidad de la pareja. A Joseph Castleman le informan que ha ganado el Premio Nobel de Literatura y deberá viajar a Estocolmo para recibir el galardón. Vuelta a mirar, ya en ese momento Close (como Joan Castleman) empieza a desplegar una incomodidad, expresada completamente por medio del cuerpo, especialmente de la mirada, dimensión que será fundamental en los 100 minutos que siguen.
En el vuelo directo a la capital del Nobel, los protagonistas son abordados por un periodista obsesionado con escribir la biografía de Joseph Castleman, Nathaniel Bone (Christian Slater), quien acosará a la pareja y logrará, más adelante, una de las escenas mejor actuadas por Close, gracias a la tensión generada entre ambos. Una vez en Estocolmo, este será el escenario final para el resto del filme, en él transcurrirán las horas entre la llegada de los esposos Castleman, la entrega del premio y el desenlace dramático de la trama. Además de la pareja, David, el hijo de ambos, servirá para remarcar los elementos fundamentales de la personalidad del padre, su egomanía, proporcional a su banalidad e inseguridad.
El escritor, ganador del premio, es un personaje plano, casi ridículo, una representación sin rodeos de la masculinidad “creativa” superficial, que disfruta ejerciendo un lugar de dominio desde el cual puede satisfacer su apetito sexual, relegando a su pareja el papel secundario de, justamente, “la esposa”.
La búsqueda de Nathaniel Bone, su insistencia, permite que aparezcan las pistas a través de las cuales podemos identificar la historia de fondo en la relación de los Castleman. Su director, el sueco Björn Runge, recurre al flashback para darnos más indicios. Así nos enteramos de que Joan también escribía cuando conoció a Joseph, quien estaba casado y era su profesor en la universidad. A primera vista, Joan sacrifica su propio ejercicio creativo para ayudar al hombre que ama a impulsar su carrera, sirviendo de correctora de su obra y, de alguna manera, desdibujándose en él. Nada nuevo bajo el sol.
The Wife es una película sencilla, ligera en su ritmo, que no se complica demasiado a la hora de presentar el tema que quiere exponer. Se trata de una relación, como tantas, en la cual el hombre termina anulando la capacidad creativa de su esposa, restringida además por los límites propios de una sociedad machista. Un vínculo, determinado por los factores más negativos del amor romántico. Las actuaciones son precisas y maduras, demostrando la calidad actoral de sus protagonistas, quienes han llegado al punto más alto en su capacidad performativa.
Se basa en una novela escrita por la autora estadounidense Meg Wolitzer, quien tiene este asunto como tema recurrente de su obra. La música, compuesta por Jocelyn Pook juega de modo casi protagónico e inolvidable, profundizando en los aspectos dramáticos. El lugar donde se lleva a cabo la trama no es casual, ya que la trama se reduce a la situación íntima en el seno de una pareja que se dedica a los asuntos intelectuales, cuestión tratada muchas veces antes y tema favorito de Noah Baumbach entre otros. De un modo, tímido, desliza una crítica a la Academia Sueca y el sedimento patriarcal que la constituye.
[Alerta: Spoiler]
El giro dramático de la trama, que se ve venir (su director y la guionista no se preocuparon porque fuera excesivamente sorpresivo) ocurre cuando descubrimos que Joan es realmente quien ha escrito las novelas que hicieron de Joseph el escritor reconocido que es. La incapacidad de él para desarrollar las formas de la obra la llevaron de unas pequeñas recomendaciones a escribir directamente todas sus novelas, quedando sometida, como nos hacen ver el flashback y el reclamo de David, a una escritora fantasma al servicio de su marido, tras una puerta bajo llave. Todo esto impulsado por el “amor” y el miedo a perderlo.
Ante a la absoluta desconsideración de Joseph, Joan le pide que no la felicite durante la recepción del premio, que deje de someterla públicamente a la humillación, reduciéndola al papel de la esposa “sostén emocional” del gran autor. Al ignorar su solicitud, Joseph produce el quiebre que debió ocurrir años atrás, haciendo que Joan decida abandonarlo, llevándose consigo la creatividad de su galardonado esposo. Ahí, en medio de la discusión, Joseph comete el último acto de egoísmo, muere sin dejarle a Joan la posibilidad de ser libre a través de la verdad, atada por siempre e incapacitada para publicar una nueva obra (a menos que Joseph produzca después de muerto, manuscritos guardados tal vez).
En la conversación con Nathaniel Bone, Joan le dice que no continuó escribiendo porque no se le habría permitido desarrollar su obra, este le responde que muchas mujeres lograron ser exitosas en esa misma época, a lo que ella replica que no tiene la personalidad necesaria para eso. Desde la primera escena esta cuestión está en los fondos de todo, Joseph puede triunfar siendo un hombre mediocre, obsceno, mujeriego, burdo por demás, mientras que una mujer, para hacerse un espacio, requiere una disposición al combate, una disciplina y un cuidado especial. Se trata de una desigualdad invisible, un límite franqueable solo a costa de la formación de un carácter específico, que luego, para colmo, es producto de toda clase de adjetivos que los hombres colocan a estas mismas mujeres. Cuestión de privilegios, como tantos otros.
La historia ficcional de Joan es la historia real de cientos, miles seguramente, de mujeres artistas, escritoras y científicas, opacadas no solo por sus esposos, sino silenciadas por las editoriales, universidades, premios, etc. De hecho, para la ciencia, el fenómeno tiene un nombre “efecto Matilda”, que consiste en la resistencia a reconocer el trabajo de mujeres. En el campo científico, el plagio y la invisibilización han sido particularmente escandalosas, marcando una clara tendencia en el Premio Nobel de física, química y otros.
Pero este fenómeno es tan viejo como el patriarcado y hay ejemplos tan lejanos como Trotula de Salerno en el siglo XII. En la película esta situación es retratada a través de la presencia absolutamente masculina entre los ganadores del premio y los miembros de la Academia, quizás su único error sea la localización temporal de todo, a costa de que alguno diga que “eso ya no es así”. De las 15 personas que recibieron el Nobel en 2019, solo dos eran mujeres. En el arte no es extraño tampoco, recientemente Tim Burton en Big Eyes retrata la usurpación de la obra de la pintora estadounidense Margaret Keane, por parte de su esposo. Le ocurrió a Colette en el inicio de su carrera.
La joven Joan conversa entusiasmada con otra escritora, le comenta sobre el oficio, su alegría se corta en seco con la amarga respuesta de su interlocutora que le dice tajante “no escribas”. Joan decidió hacerlo oculta tras la firma de su esposo, pero muchas han plasmado su rúbrica, enfrentando un sistema editorial, educativo y cultural en general, que coloca impedimentos, uno tras otros, a las mujeres creadoras. Su ejercicio libertario, al escribir, pintar, danzar, actuar, investigar, etc., los asusta. Ha sido su empeño el que hace hoy las cosas un poco menos complicadas. The Wife, con hermosa plasticidad, aporta para visibilizar esta trama de dominación y exclusión, además, y más importante, nos da pie para hablar de estas cosas a través de una reseña.