Hay frases para resignarse que operan en los algoritmos de la fe y el fervor de la oración diaria y son el mal polvo entre la esperanza y el optimismo, pero «desenergizado» te supera en esta y en las 4.500 dimensiones que atraviesa el Doc Strange para dar con los copy-paste de las entregas.
Los mensajes de la falla eléctrica donde se encuentran los servidores de la secretaría académica, soportan la falta de reconocimiento al trabajo del coordinador, el tecnicismo y el título que escogiste, extraído de su perfil, sin las etiquetas #resiliencia y #goodvives, como el prefacio para un todo pasa.
La falla se desliza por debajo de la puerta. El servicio de internet se mantiene suspendido por el reajuste de las tarifas. Mientras el lapso juega a la gallina ciega, tus desaciertos podrán recaer una vez más en el servicio bancario o en la operadora telefónica. «El sujeto posthistórico, una aproximación a la lectura de Agamben», (el ensayo final) tiene la prórroga que imaginaste a comienzo de clases, porque en el país donde todo es para ayer, la prórroga y la esperanza se lanzan cuerpo a cuerpo, en cualquier esquina.
A falta de megas, la radio calmó mucho antes que las redes la ansiedad de no saber estar solos. En Dinamarca es un mobiliario del pasado, la cabeza de un gran alce disecado donde habita el fantasma de lo que alguna vez llamaste opinión pública. En esta parte del mundo, objeto de interés para analistas en los cambios del carácter del conflicto y otros anunciantes. Como una aplicación nativa del teléfono, la radio busca la señal más limpia y elimina los rastros de ruido blanco. Entre las texturas de lo espectral y el brillo de las voces de la guerra contra el aburrimiento que ablandan el cráneo, encuentras un programa donde la literatura venezolana, galardonada como un género en sí mismo fuera de Venezuela, era tema central. En la entrevista los quiebres que le generan la crítica al poeta entrevistado –poetas que no se nombran para evitar aquello de poetas patéticos criticados por peores poetas patéticos– quedó interrumpida por una transmisión oficial donde el presidente resignificó el concepto «minimalismo».
La interpretación que busca combatir el «hacer lo mínimo y tratar de quedar bien, está mal» tiene como primera explicación la parábola que dibujaste en una servilleta y representa la trayectoria de un misil lanzado desde Miraflores a las nuevas tradiciones inventadas. El minimalismo como el movimiento o estilo de la sustracción, la monumentalidad de lo simple, de lo menos es más, extrapolado a la falta de eficiencia se inscribe sobre el silencio de un salón de clases vacío. La nueva normalidad exige levantarse de los escombros del presente e imponernos la tarea.
Según Agamben, los japoneses recolocan la tradición, incluso, por encima de la historia. La otra cara del sujeto posthistórico es la reanimalidad depredadora del modelo norteamericano, visto a sí mismo, en el reflejo de una máquina de refrescos.