Los gatos estaban hechos para tocar el violín, pero este gato de trapo apareció de repente. Tomó su violín y lo tocó con la más grande de las pasiones, las notas golpearon el aire para crear un gato de trapo como él, aun así, no dejó de tocar. El invitado observó con sus ojos brillantes los movimientos del que tocaba el instrumento y esbozó una sonrisa. El violinista terminó su pieza agotado y satisfecho con lo que había creado, sin demora le dio el instrumento al recién llegado y le estrechó la pata mientras desaparecía dejando al otro solo en la habitación.