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Isabel Coixet lleva más de cuarenta años dibujando un mapamundi de los sentimientos. Sus películas son un bisturí que disecciona las emociones más devastadoras: el desamor, la soledad, el fracaso, las expectativas defraudadas, los intentos por reconstruir aquello que se derrumbó… Y a pesar de que teje sus imágenes sobre la urdimbre de la amargura, el resultado final es extrañamente luminoso. Quizás porque a la sanación se llega a través del dolor.
Coixet comparte el mismo universo narrativo que otro ilustre compatriota suyo, Pedro Almodóvar. Pero a diferencia del manchego, no necesita el sustrato costumbrista español para construir sus relatos. Quizás por eso Almodóvar no se atrevió a abordar un proyecto internacional hasta el pasado año, con La habitación de al lado, mientras que la barcelonesa mostró querencia por las aventuras en el extranjero desde sus comienzos.

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En Tres adioses, película que ha inaugurado la septuagésima edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, Coixet viaja a Roma para contar una ruptura amorosa y sus consecuencias, tanto las más terribles como las más esperanzadoras, incluidas las puertas que el azar abre tras cada cataclismo sentimental. La realizadora muestra los viajes de ida y vuelta entre el dolor emocional y el físico: cuando el corazón se rompe, el estómago se cierra o se abre abruptamente para vomitar tristeza. Alba Rohrwacher, una de las grandes actrices europeas del momento, da con su interpretación de esa Marta abandonada el tono de contenida emocionalidad que baña todo el metraje.

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Pero Isabel Coixet está lejos de ser una autora solipsista encerrada en su propio mundo. Todo lo contrario. Siempre ha tenido un oído atento a las preocupaciones sociales. Solo que las aborda desde la sutileza, como un telón de fondo para los personajes. Todo lo contrario que Almodóvar, quien las introduce de forma tan frontal que, cuando lo hace, terminan por boicotear la propia historia, como ocurre en sus dos últimas entregas, Madres paralelas y la mencionada La habitación de al lado.

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En su nuevo trabajo, Coixet denuncia los parques temáticos en los que se han convertido las ciudades europeas, arrasadas por un turismo intensivo que expulsa a sus habitantes, uniformiza paisajes, colapsa tiendas y restaurantes a golpe de Trip Advisor y banaliza las costumbres, con la hamburguesa como gran estandarte de la globalización cultural. Pero la crítica se hace desde la negación. No se muestra ni uno solo de los monumentos emblemáticos de Roma. La ciudad es devuelta a sus legítimos propietarios, rodando en un estrecho formato cuadrangular las calles y plazas de la vida cotidiana. Son lugares en apariencia anodinos, en teoría intercambiables, pero a los que la invasión de los modernos bárbaros confiere más autenticidad que cualquier gran panorámica de la Fontana di Trevi o la Basílica de San Pedro del Vaticano. Para que no quede duda, el personaje más tóxico –que no villano, los guiones de Coixet no van de buenos y malos- se dedica al negocio de los apartamentos turísticos.Hay más temas, desde la fragilidad de la adolescencia hasta los nuevos comportamientos dictados por el mundo digital, porque las películas de Isabel Coixet tienen siempre varias capas. Falta ahora dejar que pase el tiempo para ver qué lugar ocupa Tres adioses en su canon cinematográfico, donde brillan títulos como Cosas que nunca te dije, Mi vida sin mí –con la que guarda muchos puntos de conexión- o La vida secreta de las palabras. Pero da la impresión de que va a estar en un puesto muy alto.

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Mentekupa asiste como medio de comunicación invitado a la septuagésima edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, España, uno de los certámenes cinematográficos más veteranos y con más prestigio de Europa. Las crónicas que publicamos están escritas por nuestro enviado especial al festival.
 
					




