Entre el pánico y la aceleración surge una dislexia cognitiva
El paradigma del biopoder ha llegado a su prototipo más acabado, ya no está en Guantánamo o en la última versión out surce de los campos de concentración (clínicas de torturas o de retención de rehenes), está entre nosotros, habita nuestros miedos, controla nuestros cuerpos. Por otro lado en el tablero de la geopolítica, los cambios en el carácter de los conflictos armados perfeccionan la guerra sin contacto. Agotando las vías, en Venezuela las élites de poder han dejado en manos de agrupaciones comerciales irregulares y fuerzas especializadas una posible solución a la crisis.
La correspondencia oficial en el mes de marzo destacó dos amenazas reales. El día 15 el Gobierno venezolano solicitó al Fondo Monetario Internacional, instrumento político y económico del Gobierno de los Estados Unidos, el préstamo de US $ 5.000 millones para responder a la emergencia nacional de la pandemia. La carta la dio a conocer el canciller Arreaza a través de su cuenta en Twitter.
Once días más tarde, el secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo publicó una carta emitida por el Departamento de Justicia donde ofrece la recompensa de US $ 15 millones por la información que lleve a la captura del presidente Nicolás Maduro acusado por narcotráfico.
En la democracia de las emociones los mensajes que se propagan a alta velocidad genera una dislexia cognitiva frente a lo que acontece. Como en una sopa de letras se hallan palabras de forma aleatoria que corresponden a las cartas emitidas por cada Gobierno. La obstrucción fonológica de la realidad y la tragedia que significa representarla, nos reclama un cambio de tímpano, otra forma de ver, pero sobre todo de oír –para seguir resistiendo– el ruido imperceptible que genera el capitalismo sin fricción.