El presente cuestionario tiene por finalidad contribuir a la creación de un mapa del campo cultural venezolano que sirva para estimular la comunicación, el diálogo y el debate en torno a sus potencialidades.
Espera servir para que los artistas e intelectuales entrevistados promuevan su trabajo a la par que comuniquen sus intereses, expectativas y dificultades de tal modo que puedan establecerse puntos de contacto, articulación y líneas comunes de creación, reflexión y debate.
Hemos sido y seguiremos siendo amplios en cuanto a la invitación a participar en esta experiencia. En MenteKupa tenemos claro que un campo cultural está configurado en buena medida por sus confrontaciones, antipatías y desencuentros. Pero esto no contradice que las desavenencias puedan tener una forma productiva.
Por supuesto que no somos ajenos a la coyuntura que vive el país. Lo que queremos es propiciar un ejercicio de enunciación de los deseos que contribuya a que el campo cultural venezolano pueda construir los objetos que reclama. Creemos firmemente que la diversidad de opiniones y la crítica constructiva son fundamentales para el crecimiento y la vitalidad del campo cultural.
MenteKupa
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1. ¿Cómo te involucraste en la producción artística/intelectual, y cuáles son las principales preocupaciones de tu trabajo?
Toda la vida he tenido una afinidad por el arte y el trabajo de promotor cultural. Eso me empujó a tomar un cupo en Educación, mención Lengua y Educación, y a intentar difundir algo de mi escritura por cuenta propia. Empecé con cosas aquí y allá en mis redes (particularmente en Facebook) y mi principal preocupación sería esa: lo cuesta arriba que puede resultar crearte una reputación y obtener una remuneración por tu trabajo fuera de la ocasional “repercusión” que puedan tener los textos en redes. Es difícil hallar formas serias de transformar la escritura en un trabajo acá en Valencia.
2. ¿Cuáles son tus tres principales influencias y por qué?
Soy lector de Poe desde muy pequeño y de él extraje las nociones de la obra de arte como un proceso lógico-racional; me brindó las herramientas para entender el lenguaje como algo armable y desarmable, con sus nódulos y relaciones lógicas. En una segunda instancia, los clásicos del teatro trágico occidental (Sófocles, Eurípides, Esquilo, Shakespeare, Ibsen, etc.) informan en gran parte mi pathos escritural y el efecto que busco en mi obra. Y ya hablando de otras cosas, el stand up ha sido vital para darme una cultura de la oralidad: tomar en consideración las inflexiones, las pausas y los tonos a la hora de escribir. Bill Hicks es una gran influencia en ese aspecto.
3. ¿Sigues en especial el trabajo de algún venezolano(a) y por qué?
De Yanuva León, de Victor Manuel Pinto, Miguel Antonio Guevara, Lenin Brea y Victorino Rafael Muñoz. Los primeros dos por su elegante y brutal tratamiento del eros en la violencia, y de este brutalismo como una forma de reacción política ante el presente clima de inestabilidad y confusión (sin estar exentos, creo yo, de momentos de honda belleza y ternura). De Miguel Antonio me inspira su tratamiento de lo fragmentario como sistema válido para interpretar nuestra realidad. De Lenin Brea, sus lecturas sociológicas mediante la cultura pop y su ojo para mirar la ciencia ficción (género del que soy un gran fanatico) y de Victorino admiro su creatividad formal y espíritu iconoclasta en la escritura.
4. ¿Qué lugar concedes a la crítica y en especial a la crítica cultural en tu trabajo?
Vital. Diría que son indivisibles. Aunque no soy escritor abiertamente confrontacional en lo político, creo que en mí misma forma de escribir hay rebeldía porque se construye de elementos abstrusos y cortantes para el público a propósito. Vulgaridad, “marginalismo”, fragmentariedad, momentos tan íntimos que no pueden ser otra cosa que patéticos, son cosas de las que me gusta extraer belleza como forma de hallar otras cosas a lo establecido.
5. ¿Qué lugar tiene Venezuela en tu práctica artístico-intelectual?
Si no fuese por Venezuela, yo no escribiría lo que escribo. En cierta forma, mi escritura también busca darle un sentido a todo lo que he estudiado y vivido acá. Es una forma de autoexploración mediante el espacio, pues también me considero indivisible del mismo: la Isabelica soy yo, por desgracia o por suerte.
6. ¿Cuáles son los problemas o dificultades que enfrentas para la producción, publicación y distribución de tu trabajo?
Afortunadamente, he tenido la fortuna de cruzarme con muy buenos colegas en el camino (el equipo de Mentekupa, de Poesía UC y otras publicaciones digitales) que me han ayudado a mantener un ritmo de producción y han distribuido mi trabajo. Son espacios donde de verdad se estimula a los creadores y hasta se les motiva para que lidien con lo desesperanzador que puede ser a veces tan siquiera lograr que publiquen un libro acá. Y fueron espacios de formación significativos para otras habilidades (edición, maquetación, entender el libro como unidad, etc.). Sin embargo, creo que el problema es que acá no existe una cultura literaria, una mentalidad fija en el ciudadano y sus instituciones de que la literatura sirve para algo y su producción es un trabajo como cualquier otro. Creen que con el placer de escribir por escribir basta (y esto sin ponerse malicioso y decir que, abiertamente, le infravaloran por otras actividades). Y a veces. Pero a veces no.
7. ¿Qué crees que habría que hacer para potenciar el campo cultural venezolano, es decir, la producción y consumo artístico-intelectual de los venezolanos?
Venezuela realmente necesita trascender su problema de endofobia, siento yo. No existe una “cultura” nacional fuerte en cuanto a nuestra estética moderna: la mayoría del cine, literatura y música nos viene enajenada, siguiendo valores de otras culturas y no hay una impronta de nuestro comportamiento, lenguaje y conductas que se sienta auténticamente venezolano. Todo se reduce a toponimias verbales (malas en su mayoría, odio como los actores venezolanos dicen “chamo” por ejemplo), geográficas y explotación maniquea del panorama sociopolítico actual. Partes que simulan un conjunto que, creo yo, estas nuevas generaciones de artistas no entienden muy bien (y eso lo entiendo, porque la nuestra es una identidad compleja y en perpetua formación).
Yo creo que ahí hay un peo muy grande. Porque la entrada a la literatura es el autoreconocimiento. Sobre todo, de la nacional: me enamoré de la literatura de Ednodio Quintero o de Antonio Robles, por ejemplo, fue por su proximidad verbal (que no era más que devolverme mi lenguaje cotidiano, pero en la página y con arte) y porque nadie me tenía que contar ese mundo: yo lo vivía y eso me atrajo. Creo que los muchachos de hoy en día tienen poco de eso, y es una lástima porque su mundo es extremadamente enrevesado, complejo y peligroso fuera de su fachada de tecnoutopia, sin mencionar que genera mil formatos que la literatura podría utilizar para hablarles directamente. Yo siempre intento eso: jugar con esos formatos para meter la literatura de contrabando. Ese sería un punto importante para mí: contrabandear esa mierda hasta en la sopa.
Y no reducir todo el canon literario del país a los escritores favoritos de Mariano Picón Salas también estaría lindo.
8. ¿Crees que la “inteligencia artificial” afectará de algún modo tu quehacer artístico-intelectual?
Me permitirá vaguear más con los trabajos de lenguaje técnico-formal y para hacer las partes de mi tesis que den caligüeba. De resto lo dudo, porque en la obra de arte intervienen factores que no solo son lógicos y formales; su gran fuerza reside, precisamente, en lo que se le escapa a la razón e inmanentemente humano. Creo que las IAs pueden simular este fondo, pero jamás darle sustancia. Quedan textos, juegos y películas que son como un caramelito: está rico, pero una vez te lo comes más nunca piensas en él, y realmente no contribuyó en nada a tu nutrición.
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