Todo estaba empegostado. La superficie del cuarto era masa protoplasmática. Una cosa fundida en otra: la mesa en la silla, el techo en el piso, el bombillo goteando luz sobre la cama. Ellos querían fusionarse; penetrar, lamer, babear, sacudir, apretar, nalguear, dedear, más rápido, más duro, de lo contrario no acabarían como es. Ya casi.
No son humanos. Él es un perro loco con el güebo parado. Arrancará el corazón con todo y teta. La arrastrará al borde de un peñasco y balanceará su cuerpo. Ella es una perra loca con la cuca mojada. Fingirá acorralamiento. Lo trabajará hasta que obedezca. Lo hundirá en el piso cuando diga desesperado quiero más, necesito más. Ya casi. Ya casi.
Son barrido ultrasónico; flor eléctrica de otra galaxia. No hay otro momento, no hay nada por lo que vivir salvo estrellarse contra las puertas del útero, hundirse hasta la base del pene, naufragar las uñas en piel, aferrarse a las tetas y cerrar los ojos.
Explosión atómica, una gloria celular. Debían correr al baño, refrescarse y repetir. En el trayecto un grito cambió los planes.
Tenía la cara de su novia magnetizada al brazo izquierdo por una succión bizarra.
―¿Qué carajo?
―¡Haz algo!
―Ok, déjame…
Empujó con suavidad, pero la succión tragó su mano, luego el brazo hasta el hombro. Cuello y cara iban por el mismo camino.
―¡¿Qué hacemos?!
―¡No lo sé, ayud-¡
Un último glug chupó los residuos. Mano y tetas fusionadas, glande y tronco fundidos en las paredes vaginales; ahora son amalgama de carne sin sentidos ni orificios retorciéndose en busca de una forma nueva.
Primero está la oscuridad, y luego luz infinita.
***
Mis cuatro manos son de fuego. Mis cuatro piernas son de oro. Con mis cuatro ojos veo todo.
Las olas se mezclan y se rompen a lo lejos. Llegan en una onda diminuta de espuma que moja mis pies. Me llaman para que vuelva, pero me gusta aquí, donde el viento alborota mis rulos y el sol acentúa mi tez morena. Tengo ganas de ser pirata, recorrer el mundo, llegar a las islas donde viven los cíclopes y las sirenas de los libros. Me asalta otro pensamiento: si el mar es tan amplio, debe ser muy difícil que las personas se encuentren. Navegar debe ser solitario.
Prenso los labios. Tengo una sensación ácida. Debí joderlos por decir que soy el carajito sin madre, pero tropecé y me cayeron en cayapa. La próxima vez estaré arriba, dando los coñazos. El patio se ve tan grande y solo. Siento algo extraño. No sé cómo se llama; creo que no hay palabra para ello.
La cara de papá es goma y polvo. Se notan las grapas que unen su cara. Mi primo me explica cómo lo hacen, pero no escucho. Floto por la funeraria, veo a papá en el ataúd, los arreglos de narcisos blanco triste, a mamá llorando. Siento un corte lejano. Todo es lejano ahora mismo.
El viejo dice que me va a dar una pela si no soy serio. Lo entrompo otra vez y de vuelta al piso. Me quedo ahí, privado. Empiezan las cachetadas. Le digo ya, pero no se detiene, tengo que obligarlo. Mis coñazos o no conectan o conectan muy suave. Me pide que le dé con ganas y cachetea más fuerte. No llores más que eres un tipo, sigue llorando y estarás abajo toda la vida. Buena nota mental.
Tres hormigas, cuatro hormigas, cinco hormigas flotando en el agua. Me gusta cuando le dan con las patas al vidrio. También me gusta separarles la cabeza del cuerpo y por eso las vecinas creen que soy loca. A veces saco una o dos del vaso y las dejo en la grama. Otras veces las pongo en mi brazo y dejo que piquen. No duele, pero mamá se alborota cuando ve las picadas. Sigo jugando con las hormigas hasta que me ordena que entre a la casa. Me da miedo. Ahí hasta las paredes lloran.
El viejo me llama a la cocina para que devuelva tres cigarros de ayer. Le doy dos y le cobro uno de antier. Acepta y me dice que se va a chambear; en la nevera hay pan, queso y mortadela por si me da hambre. Subo al cuarto y tranco la puerta. Prendo el cigarro y me siento un duro. No se dio cuenta que vengo rascao. Ni siquiera me miró.
Frenó en el semáforo, pero nadie me hace caso. Mi mamá sigue peleando con la señora; es una ciega, es un peligro manejar así. ¿Por qué todo es un pánico con ella? Ese carro no podría atropellar ni a un parapléjico. Pido disculpas a la señora y nos vamos. Dice que debo tener mucho cuidado; esta ciudad es un peligro. En el otro cruce me agarra la mano y aprieta fuerte.
El carro vuela. Somos el rock y nos sabe a mierda todo. No hay cruce, no hay desacelero: hacia adelante siempre y rápido. Pisan hasta el fondo, la aguja del tablero convulsiona. Listo, voy curdo y estoy loco: brincaré de este maldito carro. Piensan que es jodedera hasta que abro la puerta. Ahí se cagan y alguno grita frena, este mamagüebo está frito. Ruedo por el asfalto. No puedo maniobrar, no puedo controlar nada de lo que pasa y eso me encanta. Cuando el movimiento cesa tengo tres dedos doblados, menos muelas, la nariz torcida y algo descuadrado por dentro, pero no duele; no duele porque soy un tipo.
Recito versos sobre ciudades perdidas, sobre delirios místicos, sobre amor joven, no esa asquerosidad aburrida que tienen las amigas de mamá con sus maridos. Quiero vivir en el mundo de Rimbaud. Si viviera le pido el empate. Habríamos sido los locos que nadie entiende, viviríamos entre marineros, poetas, borrachos, músicos, gente interesante y algo nuevo que ver. Eso es lo que quiero: movimiento, velocidad, exceso, algo que no sea la insoportable nada de este cuarto.
Todas las mujeres que me interesan son fósiles o lesbianas. Debí nacer antes, rodar desde los años sesenta, andar en autopista con Janis Joplin, darme unos latazos con Patti Smith, coger con Joan Jett y montarme en tarima con los Blackhearts. Viviríamos detrás del siguiente instrumento desafinado, la siguiente voz hasta las metras de LSD, la siguiente barrera del sonido que romper. Esas sí eran jebas de pinga, con bolas, con filo, alérgicas a las fresas.
Miro al techo y palpo el pómulo hinchado. No duele, solo floto por ahí. Me concentro en mi respiración. Casi lo logro. Mamá no se dio cuenta del plan ni de las muchachas esperando afuera. Todo iba perfecto hasta que los escalones crujieron a mi espalda, ¿qué podía decir, me dieron ganas de ir a la panadería en vestido? Incluso ahora me frustra cuando entra así al cuarto a pedir perdón, que no fue su intención, es que se preocupa mucho, hay tantas cosas que me podrían pasar. Quiero ponerle un pasador a la puerta.
Hay una chama. No sé por qué me llama la atención. Es medio tabla y se la pasa con puras ridículas, pero es linda. Los muchachos dicen que me lance. Esos becerros la tienen fácil: se la pasan hablando de que se cogieron a tal, que se cuadraron a tantas. Siempre andan susurrándole cosas a las jebas.
Hay un chamo que se la pasa con un grupo de comegatos piedreros. Las muchachas se mojan por él, y sí es bello, pero además tiene algo, un gancho raro. A veces anda solo y me provoca hablarle. ¿Por qué tienes que caminar así, sentarte así, mirar así, mirarlo todo excepto a mí?
Dios mío, ¿a qué edad se cura la maña de vivir en una paja? Paja cuando me paro, paja antes de irme al liceo, paja al llegar, paja antes de cenar, paja antes de dormir, y si no puedo dormir otra paja. Paja con porno de tríos, deepthroats, anales, gangbang, destruction, paja para esta, paja para aquella, jóvenes, pures, tatuadas, morenas, castañas, catiras, paja hasta que se reduce el elenco a una sola actriz: la chama esta, en todas las categorías.
En los libros hablan muy bonito, pero todo es sugestión, todo es elipsis. En los fanfics y los mangas es que está lo bueno: lemon, hardcore, BDSM, bondage, gangrape, ocho güebos contra un ano, gente guindada del techo llevando palo como piñata, consoladores de cinco metros. Si son puros hombres da más morbo. Capaz él hizo algo así con sus amigos. Escuché que son locos. Capaz un día se rascaron, dijeron mano tú si eres lindo y jugaron a las puñaladas de carne. Tranco el pasador. ¿Por qué Dios nos hizo con diez dedos? Necesito más.
Me sabe a mierda todo: le voy a hablar. Soy un tipo. La dejaré loca a ella y a sus amigas las ridículas. Entrompa, no lo pienses, como con el carro, va, va, va, ok no. Sigo de largo. Es imposible que no me sepa el precio de las empanadas después de cinco años, pregunto por disimulo. Ojalá no haya oído.
Llega en mitad del calentamiento. ¿Por qué justo ahora?, ¿sabrá que hay práctica hoy por los juegos intercursos, vendrá a fumar bajo las gradas, será que viene por otra o viene a verme? Hoy es un mal día: este short me queda grande, esta franela es muy holgada. Parezco un tipo. Me está viendo, ¿qué hago? Entonces, ¡boom! Tengo los pezones pa dentro. No me da ni chance de gritar. Veo el balón rodando por la cancha y a la responsable gritando. ¡Marica, perdón, perdón, perdón, perdón! Ahora sí se van a pasmar. El equipo me rodea en un círculo, no alcanzo a ver las gradas. Por favor, que no vea, que no vea, que no vea. Aparece la gorda de mierda que nos da educación física. Él viene atrás. ¿La fue a buscar?
El pana explica que la vaina es simple: tú le llegas a la menor en cuestión y le dices ¿qué, se te moja?, ¡y listo, papi, esas caen! ¿Por qué te haces una mente? El pana procede a vomitar todo el ron que lleva en la tripa. Entre otro pana y yo lo tiramos al mueble. Ahí acostado parece que la mamá lo parió por el culo.
Esperé una hora en las gradas y trabajé mucho en el poema, demasiado como para arrugar ahora. Es mi oportunidad. Ahí está, sí vio el mensaje en el pupitre. Ahora viene lo difícil. Desdoblo la hoja con el haiku. Una declaración en cinco, siete, cinco. Me mira fijamente; sé que sientes igual, sé que piensas igual, no me engañas. Digo el primer verso, luego el segundo y en el tercero remato con una imagen robada: el doble pájaro solar. Arrugo la hoja. Dime algo, cualquier cosa, déjame oír esa voz. ¿Qué, se te moja?, es su respuesta. Nunca me había reído tanto.
Mi forma es inestable. Necesito más tiempo. No puede terminar ahora, no cuando asciendo sobre el tejido espacio-temporal y veo sus hilos, no cuando escucho las cuerdas ocultas y su música demencial.
Me da el pendrive y habla de Sabbath, los Pistols, Pantera y Brujería. Pide que los escuche. Tan tierno; no se le ocurre que a mí también me gustan. Da igual. No quiero interrumpir. Es tan lindo cuando habla con intensidad de las cosas que ama. Está realmente vivo.
No entiendo nada. Cuando me dio los libros dijo que la poesía no se piensa, se siente, pero tampoco siento nada. Resaltó varios. Todos hablan de amor. Nunca pensé que algo tan gallo me haría feliz.
Aprovechamos las vacaciones antes de entrar a la universidad. Vamos a toques, a fiestas con sus amigos los piedreros o con mis amigas. Mamá siempre forma peo y no me importa. Que se pierda en su casa triste.
Es la cagada de la mamá. La señora se ve buenavaina. No jode, se la pasa en el piso de arriba. Una vez estábamos de quesúos y apenas iba a bajarme el cierre sentí pasos. Me corté todo y no seguí. En esta casa siento que me observan. Luego no dejó que le metiera mano durante una semana por cortanota.
Es la fotocopia del papá: hablan igual, fuman igual, caminan igual. En una le susurró al oído: buena, tiene el culo chévere. Sarcástico el hombre. Cada uno habla conmigo omitiendo al otro, tan ausentes en sus vidas como la señora de la casa.
No sé cuándo se empieza a tirar en una relación, ya van ocho meses a punta de pan y agua. Yo sé que ella también quiere, pero es un güebo: comparto cuarto con el viejo y su mamá es una puta cámara de vigilancia. Además: cuando yo tengo feeling ella se pone obtusa y cuando ella tiene feeling pasa algo que me la corta. Cuadramos para ir a un hotel el fin de semana. Quiere la suite presidencial porque tiene equipo de sonido y tubo de pole dance. Dice que quiere hacer un espectáculo y dejarme seco después.
Señala la botella de lubricante. ¿Qué vas a hacer con eso?, es una pregunta estúpida. Hay otras más interesantes: ¿qué hacías en mi cuarto, por qué revisaste mi gaveta, no tienes oficio? Como aviadora experta esquiva los misiles y volvemos a la pregunta inicial. No soy su hija; soy una cosa más en la casa. ¿Qué es lo que quiere, que sea igual de miserable que ella? Grita y yo grito, el eco de cada grito y cada pelea y cada sollozo me posee, me llenan de odio. Se ve como una hormiga.
Dios, nunca ladillé por nada, todo lo hice sin tu ayuda. Si eso vale, entonces hazme este coro: que esté bien, que no le pase nada. Por favor. Toda la tarde desaparecida y van a ser las doce de la noche, ¿dónde coño está, tan maldita fue la pelea? De bolas, si no su mamá no me habría llamado. Podría estar secuestrada, violada o en una bolsa de basura. Dios, si la devuelves seré el cristiano más arrecho del mundo, montaré un altar en tu nombre y te sacrificaré pollos o vacas o lo que sea que te sacrifiquen. Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Así voy por media hora que estira cada gomoso segundo, hasta que aparece. Va penando por la calle como un ánima. Corro a abrazarla y le reclamo en qué coño pensaba, me tenía tan preocupado. Dice que sueno igual a su mamá. No quiere volver con ella, que por favor no la obligue, que la lleve a cualquier parte. Esto es demasiado para mí, ¿qué hago, meterla en el cuarto a dormir conmigo y con el viejo, pasar toda la noche en una licorería o en un local 24/7, caminar por ahí a ver si nos arreglan la vida con un plomazo? La respuesta viene en forma de letrero luminoso: “Hotel abierto las 24 horas”. Gracias, Dios.
Mantengo la tensión, siento el ritmo ascendente. Cadenas intentan someterme, rayos intentan separarme. Veo la galaxia inhóspita, las posibilidades infinitas. Estiro mi mano pero las cadenas me alcanzan. El rayo desciende sobre mí, impacta, divide mis dos componentes. Mi forma cesa.
***
Una célula amorfa fumaba sobre el colchón. Dos sistemas nerviosos flotaban en su caldo transparente, creciendo con insoportable lentitud. Otras partes flotaban: ojos, riñones, pulmones, corazones.
―Hey.
―¿Qué?
―¡Nagüeboná de polvo!
Cualquiera pensaría que estaban rayando diez pizarrones al mismo tiempo en el cuarto veintiséis. Era la risa de la célula, una mezcla de agudos graves y melodías cacofónicas.
―¿Cuánto crees que tarde?
―No sé. Ojalá sea pronto: extraño ser yo.
―Oye.
―Habla.
Cuando esto termine, ¿echamos otro?
Que fundido !!!⚡⚡⚡
Excelente.