Hace un año escribí una mini-crítica en mi perfil de Letterboxd sobre Diego Maradona (2019) de Asif Kapadia y en su momento pensé que haría una crítica un poco más profunda acerca de ella, pero nunca me lo tomé tan en serio y todo se quedó en una mera descripción de la película y lo que el espectador puede esperar de ella. La muerte de Diego Armando Maradona ha hecho que sea una obligación profundizar sobre una película que más que un homenaje es un documento que nos muestra la dualidad del que para muchos es el Dios del fútbol.
Y es que la construcción de esta película tiene el sello típico de Kapadia, donde el uso del material de archivo muy bien ordenado crea una narrativa exquisita y un relato realmente emocionante y entretenido, todo esto acompañado por entrevistas de personajes cercanos a Maradona, pero de los que solo escuchamos sus voces. Es como un relato onírico en el que vemos la vida de alguien que a medida que tenía más, más perdía.
Con Diego iría hasta el fin del mundo, pero con Maradona no daría un paso
Hacer una película sobre un personaje como Maradona no es una tarea sencilla porque se puede caer en la tentación de tomar una postura sesgada, ya sea, de endiosarlo o de repudiarlo y no de tomar los matices de un personaje que se definía como blanco o negro, jamás gris. Es irónico.
En el caso de la película de Kapadia, se intenta de la mejor forma que puede mostrar el retrato de un ídolo imperfecto. En Diego Maradona, el director logra capturar la humanidad de su protagonista, lo vuelve terrenal y por un momento crea la sensación de que el espectador está al nivel de él.
El inicio de la película marca también el punto de partida del mito, cuando Maradona sale del Fútbol Club Barcelona camino a un equipo desconocido por todos, el SSC Napoli del sur de Italia. No es que antes de la llegada de Maradona al Napoli nadie supiera que él era un jugador que apuntaba a ser uno de los jugadores más grandes de la historia del fútbol o que no se supiese de la vida de excesos del Diego, no. Es que durante su estadía en Italia se volvió mucho más evidente tanto su grandeza futbolística, como sus más grandes defectos.
Asif Kapadia juega con un montaje en el que la narrativa oscila entre subidas y bajadas, en el que mientras más profundiza en la historia, más se hace evidente la doble personalidad de Maradona, creando en nosotros una especie de creencia de que Diego es el Dr. Jekyll y Maradona es Mr. Hyde. Una dualidad que convivió durante sus sesenta años de vida y que hoy a raíz de su fallecimiento se me hace mucho más evidente que nunca.
Hay que partir del hecho de que Diego lo que siempre quiso desde pequeño era jugar al fútbol, participar en una Copa Mundial y ganarla. Nunca pidió ser ejemplo de nada y mucho menos ser perseguido de la forma en la que se le persiguió, al punto del acoso. Sin embargo, Maradona se alimentaba de ser siempre el centro de atención, de ser noticia, de ser el peor ejemplo y finalmente le gustaba ser acosado.
Diego nunca escogió ser el ícono de un país derrotado en una guerra, pero victorioso en una Copa del Mundo contra el mismo rival. Así como tampoco disfrutaba de ser la esperanza de toda la parte empobrecida de Italia que veía en él algo parecido a un Dios que iba a acabar con los años de invisibilidad a la que siempre estuvieron condenados en las cercanías del Monte Vesubio.
Pero esto a Maradona lo alimentaba, le encantaba ser el partícipe de la ridiculización inglesa en México 86, se regodeaba de sus amistades en la Nápoles de la Camorra y básicamente aceptó su papel como estandarte contra el norte representado en equipos como el AC Milán o el archienemigo, la Juventus de Turín. Y así fue durante el resto de su vida, realmente en el documental de Asif Kapadia no se necesita ver nada más para saber qué esperar tanto de Diego como de Maradona.
Y es que hasta después de su muerte, el espíritu de ambas personalidades sigue rondando cada rincón del mundo. Por un lado, a Diego lo homenajean por su figura en el mundo del fútbol y por el otro Maradona desata la polémica por el debate sobre su muerte: que, si fue homicidio culposo, que sí pudo haberse salvado, que fulano es culpable, y es que así fue la vida de Maradona.
Al final, Diego será recordado por asumir la responsabilidad de sacar su casa adelante, de hacer campeón a dos equipos que nadie tomaba en cuenta y de convertirse a los ojos de las personas en un Dios. A Maradona toda esta presión lo superó y ahora lo que queda es la dualidad del ídolo imperfecto.