Si vine de tan lejos
fue para susurrar al triste animal del báltico
sobre lo fácil que es hundirse
Daniela Nazareth Romero
La ciudad
Preludio
I
Las hojas cantan
ese dorado esplendor del progreso.
Emergí del ocre
grano
crepitando.
Siento
manos que chocan
el río que corre
el ocre se abre inundado de luz.
Nos arrancaron de la tierra
para dejar invertebrada la vida,
para devorar el manjar oculto en la humedad.
Rapsodia de tormenta y hojas,
y en ella
signos de distinción.
Lo distinto
lo esclavizado.
Esfera cristalina de concreto.
Al rincón de los sabios lo pintaron de amarillo
por miedo a sus criaturas,
pero el amarillo intenso es efímero
se disolvió en el aire.
El miedo es el dominio de la muerte.
Muertos éramos peligrosos,
la vida no se disipa con la muerte,
para matar
hay que romper el aro,
quitar el aire que sopla sobre la tierra
tomar la roca
…………………….hecha polvo
hacer sobre la muerte un refugio para lo inmutable.
Drenar la energía de todo cuanto se mueve,
necromancia o progreso, le dicen.
II
Cuando la ciudad se alzó en lo profundo del valle
la hierba empezó a crecer en los linderos.
Ciudad,
costra de cemento
rodeada de miseria.
Ser sabio en la roca es quebrar el asfalto que asfixia,
resistirse a los cables que cortan el cielo,
dar alojo al ave que regresa.
Si uno existe
rompe con la simetría del concreto.
La vida es la antítesis del presente,
el pasado es la hipótesis falsa del ideal.
Ninguna semilla es superior a un árbol sin forma,
lo posible es el infinito en latencia,
lo presente es el infinito en esencia.
Hay belleza en una semilla que halla la hendidura en la calzada
que en operaciòn disruptiva mancha con sus hojas la luz de una ciudad
y hace saber que los muertos no callan para siempre.
Mártir
bocado de luz
lo justo es el alba
lo irrenunciable.
La ciudad es un demonio
poseso de un bosque en llamas.
III
Con los años los demonios se quiebran,
el paisaje urbano tiene su belleza en la irrupciòn de un árbol.
Belleza, es la restitución de la idea de un árbol
sobre la costra de piedra
que ya rota descubre
la inmortalidad de la tierra.
Vivimos en un bosque que nos acecha para volver
un lobo que respira detrás de nuestra nuca.
Resistirse es morir petrificados.
Los que niegan el movimiento
son ignorados por la vida,
fluir aún siendo roca
es la manera de trascender.
Un árbol es logos total,
cuando se destruye un árbol
la idea lo restituye,
el arquetipo se vacía en el espacio.
Ser àrbol es ser una idea colectiva.
El demonio es suicida,
se prenderá,
pero la roca es inmutable,
solo los árboles regresan de la muerte.
Detener la vida es retener el flujo de los ríos,
con las manos desnudas.
Sinfonía única de la Luna
Allegro
Solo
la aro se alza
entre las tinieblas
sin miedo a ser mutilado
porque el entiende
la voz de todo
solitario.
En
el
se
alcanza
a
ver
la
tristeza
de
todos
los
hombres,
y
al
posar
su
resplandor
sobre las aguas
nos rehacemos en la antigua pregunta,
esa sombra de luz se entiende sobre la superficie de la constancia del movimiento,
así se extiende nuestra duda la sustancia en donde todo sucede
conocemos el nombre
original
con que algún dios la puso en el espacio y pudiéramos llamarla por él.
¿Y si fuese así no conoceremos el origen de todas las cosas?
Es el ritmo de las cavilaciones y reconozco a la doncella blanca
los huesos de todos los dioses muertos,
absorto, pondero mi silencio paz en las horas del muerto
y con su voz la dama me llena de su memoria
y me cuenta la historia inicial:
Desde los confines de las horas danzan las esferas
sumergidas en la tiniebla definitiva del universo
girando para dar forma a los aros sobre el lago de la galaxia,
chochan las esferas atraídas por su propia intensidad,
se desmoronan y rehacen como la nieve que gira cuesta abajo.
Desde de la explosión danzan las esferas,
Theia avanza en la profundidad de un eón
y la bruja es cautiva de la tierra que es también su madre,
como ella, con cada ciclo nos vamos alejando de nuestros progenitores,
triste marcha la del hijo que se va
inexorable es la luz del artificio que no replica su mirada.
Tsukuyomi levanta su velo par a crear el sueño
y todo hombre siente sus pies arder en las amarillentas arenas,
el disco muestra a los hombres el primer espejo
y en el licántropo recobra su naturaleza,
todos los hombres somos el primer lobo,
y como lobos sabemos que la bruja blanca no está en el tiempo
aunque sea la que lo haga suceder
y es que en aquel beso que Theia arrebató a la tierra
dieron a luz a Selene,
¡Qué abrasador el beso y que tremenda su lujuria!
que llena de ira Tierra mandó a Theia al Sol
y ardió un millón de años entre tinieblas,
hasta ir cesando en el silencio de la aparente esterilidad las aguas del universo.
Tema
Y cuando los hombres llegamos al mundo ya había luna;
¿No es eso maravilloso?
Le cuento yo a la doncella que algún chamán de áfrica hablo de Mawu
que era una deidad por ella y que como ella había muchas
que Tsukuyomi en el Japón, o Selene en europa,
que no había tribu en América que no la tomará en cuenta.
Le hable de las brujas, de una Diosa blanca,
de los ritos de los hombres bajo su luz,
de las canciones de the dark side of the moon,
qué ella fue protagonista de la primera película,
de aquel cuadro de Chagall en que el pastor ilumina su soledad con su presencia.
La mirada de la regente de la noche es blanca e incipiente,
reconoce en mis palabras las palabras del humano.
Dice saber de memoria todas mis penurias,
y reconocer mi llanto entre todos los llantos.
Dice doblar las páginas de mis libros nunca impresos
cuando se reconoce en alguno.
Y yo me pregunto, sobrecogido,
¿Tal es la amistad de Luna con los hombres
qué conoce su alma como quien engendra y vive?
Pienso
(No somos Harry Haller, no somos la bestia, no, no somos.)
Pero pensar no diluye la verdad ni la mitiga.
Ella me mira y reconozco el rostro de 輝夜/かぐや,
tiembla mi voz,
y trato de decir el nombre imaginado en una lengua desconocida,
estoy dispuesto a hacer cual Hércules
pero no por las mismas razones, yo quiero un beso.
Pero me rehago y recuerdo que no en todas las historias de la princesa blanca
fue diosa amable y benevolente.
Le digo, a veces fuiste causante del latente terror de los hombres,
dicen que despertabas a las bestias
de ti vinieron hombres en búsqueda de la princesa que despertó a Fuji,………
los lobos son tus esclavos y reinas sobre ellos sempiterna,
he pensado en ti como en la pupila de la noche,
sé que de haber un hacedor de mundos nos mira a través de ti
y aún así te miró con solemnidad,
descubro lo alterno
me descubro amigo y guardián,
y si has de irte, hazlo ya.
Así serenó su voz hasta el silencio del viento
y las estrellas se descubrieron ante mis ojos
la dama de plata dio paso a su luz,
aún no sé si en realidad solo me dio la espalda.
Scherzo
El canto de las estrellas es fulgor y algarabía
corre por el viento y se alza sobre las aguas,
su vanidad es tal que dicen saber los secretos del tiempo,
tener la autoridad de dirigir a los hombres,
y contar las historias más antiguas en el universo.
Supe al mirarlas que me habría perdido en el desierto de solo verlas,
que mi pérdida no habría sido por no saber cómo salir
sino por algo más terrible: por desear no saber cómo salir.
Cruza la cúpula oscura en las aguas del Nilo
y me pregunto cuántas de ellas conservarán la luz,
cuántas habrán alcanzado la edad de la gigante roja,
y cuántas habrán ya desfallecido colapsadas
en un horizonte de eventos tras lo cual ya no se ve nada.
Así mi corazón se anida de esperanza de recobrar su voz,
de recobrar su recuerdo,
apenas habiéndola perdido ya la ansiaba de regreso,
qué débiles son los hombres
y qué fácil se arrodillan ante las imágenes que les preceden.
Pero
¿No es la dama de la noche esa maravillosa luz,
engranaje en el reloj del todos los tiempos,
misterio que nos refleja,
amistad que no requiere explicaciones,
cuando la guerrera de la noche aparece los demonios se ocultan
y el mar se hincha de alegría por su hermana adoptiva,
en el trópico azul: Luna es Emperatriz de la melancolía,
no es acaso ella la que nos hace solos y no desolados,
la que hierve las hojas de manzanilla cuando la fiebre arde,
la que afinó mi guitarra algún martes en las madrugada
y la que me hace pensar que no se muere por amor – solo se agoniza-?
Entonces, no es extraño que ansíe su regreso apenas asomada su partida,
y ahora que sé tu nombre, tu antiguo nombre,
te llamo y te traigo a mi,
solo para irme contigo al horizonte del espacio,
baila conmigo sobre la muerte,
yo que conozco todas tu caras,
riamos hasta que todas las estrellas se esfumen en el vacío.
Rondó
Antes de que caiga la última noche no habrá hombres pero el mar bailará con la esfera de blanco,
el medanal susurrara las memorias esparcidas sobre el mar,
el árbol de palo permanecerá erguido aún en contra de la muerte
y Kaguya ya no compartirá su luz en nuestros corazones,
luar que navega por el río del esquecer
¿Y es que hay otro olvido que no sea la muerte?
en mi pecho aguarda la esperanza que otros seres
habiten este mundo luego de nosotros
más respetuosos
pero sin nosotros las palabras ya no tendrán sentido,
Dama de la luz, ¿Acaso entonces no sentirás la soledad en la que levitas?
¿no recordarás con tristeza la voz del marino en el trópico?
tal vez te agobie el saber que la mirada del hombre no te interroga en el silencio,
tú que eres el primer poema de Dios
y que es su palabra la que te sostiene en la noche.
Vals del Desierto
………………………………………..
Camino sobre el abdomen del mundo,
sostengo mi mirada sobre la levedad de la arena,
siento el ardor abrasar mi rumbo
y escucho a lo lejos como suspira la nostalgia del fuego.
Bajo los delirios de la sed todo hombre reconoce su historia.
A los nacidos de la arena la sed les marca los labios,
nuestra voz yace debajo del pecho del mundo
y muchos son los que preguntan
¿Quienes son?
yo soy el primer descendiente del sabio de la arena
vine antes que los sefardíes,
las penurias de los Sirios
y los españoles cruzaran el océano,
antes que el primer negro
y antes que los Caribes,
pues yo nací del fuego,
yo nací con el desierto.
El desierto que parece muerte y no lo es,
que parece silencio y no lo es,
que parece soledad y no lo es.
Si nos guiamos por las apariencias
el desierto sería eso que no está
la sensación de esperar alguien que no vendrá
cierta herida sobre un vientre estéril.
Un hombre puede ser un desierto,
carente
solo lo habita un aire seco.
Ese hombre que puede ser un desierto
tiene un oasis en la mirada
un oasis que es espejismo.
A veces yo soy ese hombre.
Y es su piel arena bajo el ángelus,
¿Qué tan profundo hay que ir
bajo la piel del hombre desierto
para hallar la fría humedad del deseo?
A veces yo soy ese hombre.
Pero es la arena polvo de la rocas,
ni el calor recuerda.
Y a veces yo fui ese hombre.
Caminar al ocaso sobre las débiles estrías
del más antiguo de los nacimientos,
el hombre desierto se hace estrellas
con la luz que se va
reconoce los pliegues de su ma(d)r(e)
está perdido
la noche en el desierto es extravío en el deseo
solo algunos hombres saben que el desierto
es tanta arena como cielo
y en la noche se hace infinitud de estrellas
como el suelo se hace infinitud de polvo
allí, en medio de la noche
tu propia respiración es la voz del desierto,
su rostro es la pléyade que se alza
ningún hombre regresa a salvo del fondo del abismo.
La noche avanza con su música,
las estrellas son protuberancias
en el antiguo cilindro del planeta
la tierra es su caja de música
el hombre desierto es su bailarina.
Desierto, tiempo que no pasa.
Hombre, tiempo en ciclo.
Hombre desierto, esfera sobre arena movediza.
Noche, ¿Paréntesis de la luz?
…………… no, música del aire.
Hombre desierto en la noche,
esfera sobre arena movediza
levita alzada por la música del aire
próxima a la muerte, pero inmune.
A veces soy ese hombre.
Alzado por la noche el hombre desierto
se enfrenta a la tiniebla
la mensajera del alba
la que se traga las estrellas
antes que el Sol las haga enmudecer
el hombre desierto tiene cierta alegría
una que solo se siente cuando se sabe solo
que lo hace médanos oscilando
consciente de que la tiniebla no lo engendra
pero lo contiene
cuando acaba la noche el hombre
asciende del abismo
y ya no es..
En el alba llega la mujer desierto,
tiene los labios resecos,
una inscripción sobre la frente
-es la poeta de la casa
la destinada a escribir
la historia de la familia-,
los pies blancos como la muerte
sobre su sangre y el calor de la arena,
una mirada parece medir mi alma,
cierto temblor en el pecho,
los dedos sembrado de tinta
y las manos infantiles,
lindas caderas de mujer elevada,
una cicatriz notable al costado de su escritura.
La mujer desierto no tiene un oasis en la mirada,
tiene otro desierto,
este desierto no miente,
es arena consumiendo la carne,
un zamuro que gira sobre los sed,
cuando mis ojos interrogan los suyos
la respuesta brota de mi como un recuerdo,
el desierto
es terrible y hermoso,
no hay piedad en sus ojos.
Ella es la marca sobre la arena,
la herida que se renueva sobre abdomen del mundo,
el ser que cruzó el desierto sin padecer la sed
aunque la vivía y la sentía.
Cuando un desierto y un espejismo se encuentran,
cerca,
muy cerca,
descubren que uno y otro son uno,
las caderas que se acoplan
descubren una sombra de colores,
y descubren
en uno y otro
la historia que cuenta el fuego bajos sus pies.
Estos poemas pertenecen al libro inédito Composiciones en trópico azul.
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