Si construir el futuro y asentar todo definitivamente no es nuestro asunto, es más claro aún lo que, al presente, debemos llevar a cabo: me refiero a la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer los resultados a los que conduzca como en el de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder.
Karl Marx a Arnold Ruge
Durante el semestre 1-2024 dicté por primera vez el curso Formaciones Socioeconómicas en la Escuela de Historia de la UCV. Al finalizar el semestre, a poco más de un mes de las elecciones presidenciales, dirigí estas palabras a los alumnos al inicio de la clase final. Nos encontrábamos estudiando las transformaciones que implicó la explotación petrolera en la formación sociohistórica venezolana durante el siglo XX.
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Esta materia inició con muchas resistencias. No se trata de un tema que está de moda. Seamos claros, en el país el marxismo no goza de su mayor popularidad. Sin embargo, las materias que conforman este pensum no están construidas sobre la base de un concurso de popularidad. Por eso he hecho énfasis en que Formaciones se debe entender como una materia que aborda una dimensión de la realidad, que se aproxima a explicar una dimensión de la realidad, y que da herramientas para comprenderla. La vigencia de la materia no tiene que ver con su popularidad, sino con saber si continúa explicando cosas; hasta qué punto hay dimensiones en la realidad sociohistórica venezolana, o en la historia mundial en general, que las categorías de formaciones, modos de producción, fuerzas productivas siguen explicando.
Por eso tuvo sentido ver a lo largo de este semestre el debate sobre el método. Es decir, estudiar cómo se constituye el método detrás del cual se forman o aparecen las categorías de formación, modo de producción, fuerzas productivas, etc., en función de saber, por un lado, que hay un debate permanente sobre la vigencia de esas categorías mismas, y, por otro, que las categorías tienen como sentido explicar una dimensión de la realidad y una dimensión de los procesos históricos. Ahí radica, en parte, esa vigencia y esa importancia, asociada a pensar hasta qué punto lo que hemos hecho nosotros como ejercicio aquí es fundamental el carácter explicativo de un método.
Lo otro es que esta materia en particular hace que lean cosas que, a lo mejor, no leerían si no fuera porque pasan por ella. Eso también es parte de la formación educativa, leer cosas que uno no leería por su cuenta. Acercarse a textos que uno no se aproximaría por diversas razones; porque no los conoces, porque tienes prejuicios, o porque no te gustan los autores que trabajan estos temas. Parte de la formación nuestra es leer cosas que no nos gustan, leer asuntos sobre las cuales tenemos prejuicios. Parte de su paso por la universidad es leer textos que, a lo mejor, no hubiesen leído.
Nosotros estamos acostumbrados, en general, a no leer ideas con las que no estamos de acuerdo. Esa es la lógica de Twitter (X), del Facebook, que construye comunidades de sentido donde leemos solo a la gente con la que comulgamos, y a la gente con la que no, la podemos bloquear, silenciar e insultar, si queremos, previamente. Esa lógica se reproduce también en la forma como estudiamos. Estamos acostumbrados a leer textos sobre la base de la reafirmación de ideas que tenemos, y donde aparece una que nos incomoda sencillamente podemos cerrar el texto. Es importante que nosotros desarrollemos la capacidad de leer sobre temas con los que no estamos de acuerdo. Entenderlos y conocerlos. Eso no quiere decir que vayamos a cambiar de opinión, porque es poco solo con una lectura, pero por lo menos que seamos capaces de estudiar esos planteamientos.
En las academias también estamos acostumbrados a no leer ideas con las que tenemos desacuerdo. Los académicos no se leen cuando aparece el disenso, y conforman una especie de gueto en el que todos leen más o menos lo mismo. Hay ocasiones en las que no lo hacen no solo porque discrepen en ideas, sino porque tienen otro tipo de diferencias. Al final sabemos que el mundo cultural e intelectual venezolano es minúsculo, y más o menos todo el mundo se conoce. Hay ocasiones en las que uno conoce personas que escriben sobre los mismos temas y cuando los lees dices «bueno pero estas personas están más o menos pensando lo mismo», pero te enteras de no se leen porque en algún congreso tuvieron una discusión, porque les gustaba la misma persona, o se pelearon cuando estudiaban en la universidad. Cosas así forman parte de la historia intelectual de este país.
Leerse es un ejercicio de reconocimiento. Un ejercicio que lo ayuda a uno a ser más tolerante. Eso no quiere decir que cada quien no tengan sus ideas, sus compromisos y su propia radicalidad. No leernos entre nosotros es un síntoma de dogmatismo y no de radicalidad. No es igual ser dogmático que ser radical. El dogmatismo en general lo que produce es ignorancia. Yo los invitaría, en ese sentido, a desarrollar esa capacidad de leer y escuchar gente con la que están en desacuerdo. Al final uno se arrepiente de no hacerlo. Parte del ejercicio nuestro como profesores es no estimular más prejuicios en ustedes hacia los autores.
Lo otro que quería comentarles, es que nosotros vivimos un tiempo muy particular, en esta universidad. Porque venir aquí a dar clase y a estudiar hoy en día es un acto de pasión por lo que se hace. Tanto pasión por venir a dar clase como por venir a estudiar, especialmente lo que están ustedes estudiando, que sabemos todos los que estamos aquí, que ricos no los va a hacer y probablemente ni siquiera un poco menos pobres. Entonces, yo diría que sabiendo que venimos por deseo, deberíamos ser también más respetuosos entre nosotros mismos. Más respetuosos con los que dan las clases, más respetuosos con los que las reciben, porque al final de cuentas nadie nos obliga a estar acá.
Insisto, la lógica de hoy en día, que nosotros estamos aquí por gusto, debería impulsar que seamos más respetuosos. Más respetuosos a la hora de asistir a las clases, más respetuosos a la hora de vernos en los pasillos y después no vernos en las aulas. Porque si uno ve a la gente en el pasillo y después no la ve en el aula, lo que te está queriendo decir es que a tu materia no le importa. Los profesores también debemos ser más respetuosos con ustedes; aquellos que no vienen, los que pasan toda la clase hablando de su vida privada o de la política nacional en vez de tocar los temas del curso, también son irrespetuosos.
Por último, para entrar en materia, una de las cosas interesantes de estudiar el siglo XX venezolano desde esta perspectiva con la que nosotros lo estamos haciendo, es que comprender sus procesos da luz sobre varias cosas. Una de ellas es la naturaleza del Estado venezolano y cómo se conforma. Cómo se conforman las élites en Venezuela. Cómo se conforman las clases sociales y la relaciones que constituyen lo político. Cuando estudiamos el siglo XX venezolano entendemos muchas cosas, no solo cifras, datos, sino que analizar estos procesos, desde la idea de la totalidad de formaciones, es muy valioso porque permite entender la dinámica detrás de la toma del Estado botín.
Si el Estado venezolano es una especie de botín del que las élites políticas y económicas se quieren apoderar, entender esos procesos en el siglo XX permite aproximarnos a cómo se forman en el siglo XXI. Yo diría, a razón de eso, que debemos evitar hacer lo que una frase o un refrán venezolano indica con mucha precisión, ser el cachicamo que trabaja para la lapa. Porque al fin de cuentas todos nosotros lo hemos hecho, los que hemos militado políticamente y los que seguimos haciéndolo, nos hemos dado cuenta muchas veces de que terminamos siendo el cachicamo que trabaja para la lapa. Eso no quiere decir asumir un discurso cínico o antipolítico. Militar en la política es muy apasionante, es una gran experiencia. Estar en un espacio donde uno se encuentra con gente que también cree que las cosas pueden cambiar y que se pueden hacer transformaciones. Pero habría que intentar no ser el cachicamo que trabaja para la lapa todo el tiempo. No llevarse una y otra vez la misma decepción al darse cuenta de que al final terminamos siendo muchas veces eso; los que construyen para que otros sean los que saquen provecho.
Como hemos visto, a fin de cuentas, la historia del siglo XX está atravesada por esa dinámica. Eso no quiere decir, repito, desestimular que militen políticamente en lo que les dé la gana, porque es una experiencia valiosa siempre. No quiero sonar como un viejo, como que es una experiencia de la juventud, hay que militar toda la vida si es posible, en el sentido de comprometerse con cosas, de creer en los cambios. Pero bueno, en el espíritu de la materia, también es importante tener conciencia de clase. La conciencia de clase al final no es más que saber cuáles son los intereses nuestros, los intereses de uno a razón de los sectores a los que pertenece en la sociedad. Darse cuenta de eso implicar saber hasta qué punto otros nos utilizan para satisfacer objetivos que no son iguales a los nuestros. Eso me parece un asunto clave que no desestimula, como les digo, que cada uno milite en lo que quiera, porque esa pasión por la política es fundamental, pero también es importante tener esa conciencia.
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Agradezco infinitamente a los estudiantes de este curso la paciencia y el deseo honesto de abrirse a lo desconocido para expandir sus horizontes e incorporar nuevas herramientas críticas en su camino por la Universidad. Tenemos el desafío de que continúe siendo un espacio para el pensamiento crítico.