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Admito que este ensayo es una revisión muy subjetiva de la ficción de Borges. Si alguien me preguntara por qué estoy enfatizando el aspecto subjetivo de esta pieza crítica, sería difícil dar una respuesta concluyente. Tal vez porque llevo años intentando entrar en el territorio en el que se creó la mejor obra del argentino, aunque fui por otro camino. Por lo tanto su trabajo me es muy cercano. Al mismo tiempo es ajeno a mí, porque sé por mi propia experiencia las trampas en las que a veces ha caído en su escritura, y no siempre puedo aprobar sus métodos literarios.
Nada podría ser más sencillo que enumerar las mejores historias de Borges. Estos son: “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, “Pierre Menard, autor del Quijote”, “La lotería de Babilonia”, y “Tres versiones de Judas”.
Justifico mi preferencia de la siguiente manera: cada una de las historias mencionadas tiene una estructura de dos niveles, perversa, pero lógicamente perfecta. Vistas superficialmente, son paradojas ficcionalizadas del tipo griego (Zenón, por ejemplo [1]).
En “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, Borges basa la historia en el proyecto de invertir nuestros conceptos de “idea” y “realidad”. Borges sugiere que una sociedad secreta ha creado un mundo nuevo donde la mente crea sus propios objetos externos, y los únicos objetos externos son aquellos creados por la mente.
En “La lotería en Babilonia”, Borges contrasta dos explicaciones mutuamente excluyentes del universo: el azar (estadístico) y el determinismo (total). Por lo general consideramos que estas nociones son incompatibles. Borges habla de un sistema global basado en una lotería, y reconcilia las dos explicaciones cosmológicas sin destruir las bases lógicas de cada sistema.
“Pierre Menard, autor del Quijote”, por otra parte, es una sátira sobre la singularidad del acto de creación artística, lógicamente conducida a su extremo. En esta historia Pierre Menard busca reescribir Don Quijote, precisamente, sin copiarlo. La historia muestra las paradojas detrás de la idea de que el arte es creado necesariamente y de forma única. Borges reduce la idea ad absurdum.
Finalmente, “Tres versiones de Judas” es una herejía lógicamente desarrollable [2]. Borges construye un sistema cristiano dogmático-heterodoxo ficticio en el que “prueba” que Judas y no Jesús era el Cristo. En su “radicalismo” esta herejía ficticia supera todos los tipos históricos de herejía.
En cada historia podemos encontrar el mismo tipo de método: Borges transforma una parte firmemente establecida de algún sistema cultural valiéndose de los términos del mismo sistema. En los campos de la creencia religiosa, la ontología, la teoría literaria, el autor “continúa” lo que la humanidad “sólo ha empezado a hacer”. Al usar este tour d’ adresse Borges hace cómicas y absurdas aquellas cosas que veneramos por su valor cultural actual.
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Pero si miramos la obra de Borges solo superficialmente vemos solamente el efecto “comicológico”. Sin embargo, cada uno de estos cuentos tiene además otro significado oculto –totalmente serio–. En su base, su curiosa fantasía es, afirmo, bastante realista. Sólo después de pensarlo, se observa que la heterodoxia contenida en “Judas…”, por ejemplo, podría ser realmente posible: si tan pérfida interpretación del mito de la redención, no es históricamente muy plausible, sí es al menos pensable.
Podría decir lo mismo de “La lotería…”. Bajo ciertas condiciones incluso la reinterpretación de las nociones de caos y orden mostrada allí puede ser históricamente plausible. Ambas historias, tan diferentes como pueden parecer una de otra, son hipótesis sobre la estructura y los atributos de la existencia. Debido a que ambos son casos limite, aislados a un borde del paradigma de lo real que les corresponde, era muy poco probable que se hicieran realidad históricamente. Sin embargo, consideradas desde un punto de vista lógico, son totalmente “correctas”. Por lo tanto, el autor tiene el valor de tratar con las metas más valiosas de la humanidad tal como lo hace la humanidad misma. La única diferencia es que Borges continúa estas operaciones combinatorias hasta sus últimas consecuecias lógicas.
Las mejores historias de Borges están construidas tan rigurosamente como pruebas matemáticas. Es imposible refutarlas lógicamente, por lunáticas que suenen las premisas de las historias. Borges es exitoso porque ni en un solo caso cuestiona las premisas implícitas de la estructura del modelo que transforma. Por ejemplo, finge creer (como lo hacen algunos humanistas) que una obra de arte verdaderamente brillante no contiene rastro de azar, sino que es el resultado de alguna necesidad (superior). Si uno piensa que tal afirmación es generalmente verdadera, es posible, sin contradecir la lógica, afirmar que una obra maestra podría ser creada, palabra por palabra, por segunda vez, y de forma muy independiente de su primera concepción (tal como realmente se puede hacer con las demostraciones matemáticas). Sólo podemos ver lo disparatado de tal procedimiento cuando atacamos sus propias premisas; pero por supuesto, Borges tiene cuidado de nunca hacer esto. Nunca crea, inventa libremente, una nueva estructura paradigmática. Se limita estrictamente a los axiomas iniciales suministrados por la historia cultural de la humanidad. Es un hereje burlón de la cultura porque nunca transgrede su sintaxis. Sólo extiende aquellas operaciones estructurales que están, desde un punto de vista lógico, “en orden”, es decir, que nunca han sido seriamente “probadas” debido a razones históricas extra-lógicas –pero entrar en estas sería, claro, un asunto por completo diferente.
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Básicamente, Borges hace lo que reclama para los filósofos ficticios de su “Tlön…” (en filosofía ellos «no buscan la verdad, sólo el asombro»). Cultiva una filosofía fantástica, pues los personajes y escenarios de sus historias no son argumentos discursivos, sino tan solo objetos literarios como los objetos que aparecen en la literatura “normal”. Este grupo de cuentos me obliga a preguntar cómo podemos distinguir una ontología ficticia (una que no puede tomarse en serio) de una filosofía real (históricamente válida). La respuesta a esta pregunta es impactante: ninguna diferencia esencial las separa. Las cosas son bastante triviales: esos conceptos ontológico-filosóficos –concevidos por algunos pensadores, y que fueron preservados por la humanidad en su tesoro histórico de ideas, y que por lo tanto ella reconoce como intentos serios de interpretar y entender el mundo en un gran barrido–, esas ideas son nuestras religiones y sistemas filosóficos [3]. Pero ideas que no pueden presentar tal testimonio genealógico y no pueden mostrar tal asimilación por la historia real de la humanidad (y Borges no puede), son sólo estructuras significativas «ficticias», «gratuitas», «inventadas privadamente», y por ninguna otra razón que la mencionada anteriormente. Debido a esto, nunca pueden ser tomadas seriamente como una interpretación del mundo y la existencia. Estas historias no pueden ser refutadas incluso cuando se apliquen los criterios más severos, pero sólo porque las cosas resultan ser así. Para refutarlas, no sería suficiente mostrar simplemente sus consecuencias absurdas: sería necesario cuestionar la sintaxis total del pensamiento humano, y el pensamiento en sus dimensiones ontológicas. Por lo tanto, el trabajo de Borges simplemente confirma que no existe ninguna necesidad cultural en nuestro crecimiento cognitivo; porque a menudo tomamos lo que ha surgido por accidente por lo que es necesario, y confundimos lo efímero por lo eterno.
No estoy seguro de si Borges estaría de acuerdo con mi interpretación de su obra, pero me temo que le he atribuido más de lo que se merece, y que no ha escrito su mejor obra con una intención tan seria (en sus profundidades semánticas, no en su superficie cómica-paradójica, por supuesto). Lo que significa que sospecho que Borges “privadamente” no ha visto el punto final de su cadena ficticia de pruebas. Esta suposición se basa en el conocimiento de todas sus historias. Al hablar de sus otras historias, paso a los otros aspectos más dudosos de su trabajo. Vista en su conjunto, su obra es un universo literario cuyos aspectos secundarios, repetitivos, disminuyen y desmerecen sus mejores esfuerzos por su sola vecindad, ya que estos aspectos estructuralmente degradan su mejor obra. En las mejores historias de Borges se pueden encontrar destellos de tal poder intelectual que no pierden impacto incluso después de muchas lecturas. Si a caso, se ven reducidas sólo cuando uno lee todas sus historias de una sentada. Sólo entonces notamos el mecanismo de su proceso creativo. Siempre es peligroso, incluso fatal para el creador, cuando vemos expuesta la estructura invariante, el algoritmo de su poder creativo. Dios es un misterio total para nosotros sobre todo porque nos es en principio imposible –y así permanecerá– entender o imitar exactamente la estructura del acto de creación divino.
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Considerado desde un punto de vista formal, el método creativo de Borges es muy sencillo. Podría llamarse unitas oppositorum, la unidad de opuestos mutuamente excluyentes. Lo que supuestamente debe mantenerse separado para siempre (lo que se considera irreconciliable) es unido ante nuestros propios ojos, y sin distorsionar la lógica. El contenido estructural de casi todas las historias de Borges está construido por esta elegante y precisa unidad. Borges hace una y la misma las nociones contradictorias de los ortodoxos y los herejes, Judas y Jesús. Cristo, traidor y traicionado, los trogloditas y los inmortales, el caos y el orden, el individuo y el cosmos, el noble y el monstruo, el bien y el mal, lo único y lo repetido, etc. Su juego literario con sus significados limítrofes siempre comienza donde los opuestos se repelen unos a otros con su fuerza inherente; y termina tan pronto como son unidos. Pero podemos ver una debilidad trivial en el trabajo de Borges en el hecho de que siempre usa el mismo mecanismo de conversión (o una inversión estrechamente relacionada). Dios el Todopoderoso fue lo suficientemente sabio para nunca repetirse de esa forma. Nosotros autores, sus sucesores, sombras y aprendices, tampoco debemos hacerlo. Ocasionalmente –pero muy raramente– la estructura esquelética y paradigmática de las transformaciones usadas en la ficción de Borges resulta en cosas verdaderamente extraordinarias, como he intentado mostrar. Pero una vez que la hemos reconocido y evaluado adecuadamente, siempre la encontramos invariablemente en la misma forma. Tal repetición, que inevitablemente va acompañada de lo involuntariamente cómico, es la debilidad más familiar y general de toda la ficción de Borges. Como bien ha dicho el viejo Le Bon en su trabajo sobre el humor, siempre miramos desdeñosamente lo mecánico, porque un proceso mecánico siempre deja escapar lo extraño y sorprendente. Es simple predecir el futuro de un fenómeno puramente mecánico. En su máxima profundidad, la topología estructural de la obra de Borges reconoce su relación con todo tipo de literatura mecanicista-determinista, incluida la novela de misterio. La novela de misterio siempre incorpora inequívocamente la fórmula del determinismo laplaceano.
Pienso que la causa de la enfermedad “mecanicista” de su obra es esta: desde el principio de su carrera literaria, Borges ha sufrido de la falta de una imaginación libre y rica [4]. En el principio era bibliotecario, y se ha mantenido como tal, aunque como su manifestación más brillante. Tuvo que buscar en las bibliotecas por fuentes de inspiración, y se limitó enteramente a las fuentes mítico-culturales. Eran fuentes profundas, múltiples, ricas –porque contienen la reserva toda del pensamiento mítico de la humanidad. Pero en nuestra era están en decadencia, muriendo en lo que respecta a su poder para interpretar y explicar un mundo que está experimentando nuevos cambios. En sus estructuras paradigmáticas, e incluso en sus mayores logros, Borges se encuentra cerca del final de una curva descendente que tuvo su culminación hace siglos. Por eso se ve obligado a jugar con lo sacro, lo admirable, lo sublime y lo misterioso de nuestros abuelos. Sólo en raras ocasiones tiene éxito en continuar este juego de una manera seria. Sólo entonces rompe el encarcelamiento paradigmático y cultural que causa su limitación, y que es muy contrario a la libertad de creación artística por la que lucha. Es uno de los grandes hombres, pero al mismo tiempo es un epígono. Tal vez por última vez, él ha iluminado –dando una resurrección paradójica a– los tesoros transmitidos a nosotros desde el pasado. Pero no tendrá éxito en mantenerlos vivos por un largo período de tiempo. No porque tenga una mente de segunda clase, sino porque, creo, que tal resurrección de cosas transitorias es en nuestro tiempo imposible. Su obra, tan admirable como puede ser, se encuentra en su totalidad en un polo opuesto a la dirección de nuestro destino. Incluso este gran maestro de la paradoja lógicamente inmaculada no puede “alterar” el destino de nuestro mundo con su sola obra. Nos ha explicado paraísos y infiernos que permanecen cerrados para siempre al ser humano, porque estamos construyendo paraísos y infiernos más nuevos, ricos y terribles; de los cuales Borges no sabe nada en sus libros.
Notas:
[1] La diferencia es que las paradojas de Zenón confrontan la interpretación trivial de los procesos físicos con los resultados contradictorios de su interpretación puramente lógica, mientras que las paradojas de Borges se dirigen hacia el universo de los hechos culturales.
[2] Estrictamente hablando, lo que se ha dicho hasta hora no es cierto en la medida en que no hay sistemas de creencia (de naturaleza ortodoxa o heterodoxa) que no oculten contradicciones dentro de sus estructuras. Para estos, el tribunal supremo de decisión es la revelación, no el razonamiento lógico. Por ejemplo, considere el hecho de que es posible postular una trinidad lógicamente imposible, pero no la existencia e inexistencia de un Dios al mismo tiempo, aunque en ambos casos la lógica está igualmente suspendida. La herejía “estrictamente lógica” en la historia de Judas significa que su postulado “papel como salvador” se demuestra por los mismos medios lógicos que pertenecen al arsenal de los recursos tradicionales de la teología cristiana. La heterodoxia surge sólo porque Borges no se detiene donde, según las Escrituras, cualquier intento teológico ortodoxo de interpretación debe “desistir incondicionalmente”. Las conclusiones de Borges conducen a un punto que trasciende los límites permitidos, pero esto no destruye la lógica, porque esta frontera es de naturaleza extralógica.
[3] Si Schopenhauer nunca hubiera existido, y Borges nos presentara la doctrina ontológica de El mundo como voluntad… nunca la aceptaríamos como un sistema filosófico que debe tomarse en serio; lo tomaríamos como un ejemplo de una “filosofía fantástica”. Tan pronto como nadie la acepta, una filosofía se convierte automáticamente en literatura fantástica.
[4] Esto se puede ver por el hecho de que varias veces ha reescrito material creado por otros. No he discutido este aspecto de su obra, porque creo que nada puede ser más erróneo en la crítica que descender a los pasajes poco profundos de la obra de un escritor simplemente con el fin de probar su falta de valor. Además, es un hecho indiscutible que la literatura mundial está llena de prosa que es similar, y el inmenso número de tales ejercicios priva de originalidad cualquier pieza que pueda defender su individualidad sólo por medios estilísticos. Esto se puede ver en las historias que componen las dos últimas partes del volumen editado por Hanser, especialmente en lo que respecta a los medios estilísticos empleados, cuyo carácter barroco es subrayado por Borges en su introducción. Cuanto más próxima está una obra a convertirse en “literatura”, mayor es su originalidad (medida por la integral de sus diferencias con todas las demás obras literarias). El tipo de ficción que sólo aumenta el número de textos ya existentes agregando otros elementos similares, debe compararse a la ampliación de un océano por el vertido de agua en él, es un trabajo de reproducción, más relacionado con la artesanía que con el arte creativo. Por supuesto, el 95% de todos los escritores son sólo artesanos; pero el movimiento histórico de la literatura, y sus cambios históricos, son causados por los inventores, herejes, visionarios, anticonformistas, los revolucionarios de la escritura. Y esto nos da el derecho de medir cualquier obra que dice pertenecer a la cima de la literatura, en primer lugar, por su originalidad. Muchos escritores pueden entretener; pero sólo unos pocos pueden asombrar, educar y mover. Pero como tal punto de vista está abierto al ataque, he armado esta revisión con una advertencia contra su carácter subjetivo. Tampoco pretendo evaluar toda la obra de Borges, y sobre todo su poesía, la cual siento que tendría que leer en su forma original española. Cualquiera que sea el asunto con su poesía (que valoro mucho), no pertenece a la literatura fantástica por la sencilla razón de que, en mi opinión (y aquí estoy de acuerdo con T. Todorov), en principio no puede haber poesía fantástica.
Traducido por: CP-Hams-9000. V2.3.
Pretencioso ensayo. Largo y tedioso hasta el aburrimiento.