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Spike Lee dio un puñetazo encima de la mesa con Do The Right Thing, su tercer largometraje, y confirmó todo lo que venía apuntando en sus dos primeros trabajos: un cine irreverente, descarado y rabiosamente militante en el black power sin dejar de poner de manifiesto las contradicciones dentro de la comunidad afroamericana. Y todo ello presentado con una frescura irresistible y un sentido de época que clava el retrato del zeitgest ochentero.
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Do The Right Thing transcurre en una sola jornada en una zona de Brooklyn mayoritariamente negra aunque también con presencia de asiáticos, latinos e italoamericanos. Es un día de verano con un calor asfixiante. Las altas temperaturas actúan como metáfora de esa caldera en ebullición que es el barrio, atravesado por las tensiones entre los diferentes grupos. Las interacciones cotidianas se llevan a cabo en un ambiente de máxima tensión. Hasta la música es motivo de enfrentamiento: Prince contra Bruce Springsteen, con la salsa de los hispanos buscando su lugar. También hay un sentimiento de territorialidad inversa: si nos recluyen en guetos, en ellos mandamos nosotros: las leyes, aquí, no rigen. Y planeando sobre este microcosmos, la policía, white trash racista y brutal que odia a todos y es odiada por todos.
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El gran logro de Spike Lee, quien además de dirigir, escribió el guion y se reservó el papel protagonista, fue llevar el conflicto a un punto de no retorno a partir de una incorrecta gestión de los desencuentros. Las otras dos apuestas ganadoras del filme son su descarnado humor –cáustico y corrosivo, más de dibujar una sonrisa cínica que de provocar una franca carcajada- y la galería de personajes, dibujados con amplias y certeras pinceladas, que tejen un retrato colectivo a mitad de camino entre lo costumbrista y lo etnográfico.
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También acierta Spike Lee en no sermonear al público. De forma explícita plantea el dilema de la utilización de la violencia para combatir la opresión, pero no da la respuesta. Le toca al espectador decidir si se decanta por Luther King, el apóstol pacifista, o por Malcolm X, apologeta de la fuerza. Con independencia de sus criterios antagónicos, ambos cayeron abatidos por las mismas balas blancas.Do The Right Thing situó a Spike Lee en primera línea, no solo como cineasta sino también como agitador social y abanderado de la causa afroamericana. Con Jungle Fever abundaría en la crítica del racismo estructural inherente a la sociedad estadounidense. Demostró tener un termómetro perfectamente calibrado para detectar las corrientes magmáticas de la indignación. A los pocos meses, los barrios negros de Los Ángeles se levantaron en armas para protestar por la absolución de los agentes que apalearon a Rodney King: cine prediciendo la realidad y esta, a su vez, construyéndose a partir del cine.
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