Un 17 de diciembre, pero de 1971, fue el lanzamiento de Hunky Dory, el cuarto álbum de estudio de la temprana carrera de un joven David Bowie. Después de su breve incursión en el hard rock y heavy metal en The Man Who Sold The World (1970), Bowie cambiaría drásticamente de curso para ofrecernos uno de los discos emblemáticos de su carrera y uno de los álbumes más hermosos a nivel estético que su servidor haya escuchado en su corta vida.
Musicalmente hablando, Hunky Dory toma mucha distancia de predecesor. Se caracteriza por un sonido más melódico, suave y lento en contraste al rock pesado y dinamismo del disco anterior, aparentemente influenciado por el estilo de bandas como Deep Purple, Led Zeppelin y Black Sabbath. La propuesta sonora de Hunky Dory lo convierte en un disco accesible y fácil de escuchar, siendo un excelente complemento para la profundidad conceptual del álbum.
Hunky Dory no gozaría de éxito comercial. Esto se debería, en parte, a la poca promoción que tuvo el álbum desde la disquera, que tenía dudas sobre la portada del disco y la certeza de que, más pronto que tarde, Bowie pasaría por otra metamorfosis. No obstante, después de la irrupción en las listas británicas del legendario The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders of Mars (1972), que catapultaría a Bowie al estrellato, Hunky Dory escalaría hasta el tercer lugar de los charts de Reino Unido. Con los años, recibiría con los años su merecido lugar en la amplia discografía de David y en la historia de la música popular.
Celebrando un nuevo aniversario de su lanzamiento original, las siguientes son 4 reflexiones en torno a ciertos contenidos o aspectos interesantes que pueden encontrarse en Hunky Dory. No haremos un análisis exhaustivo del disco, sino más bien una serie de aproximaciones con miras a resaltar algunas de las características que lo hacen un álbum tan interesante y esencial.
Reinventarse sin perder la esencia: Changes
Hunky Dory empieza su andar con Changes. Las notas de piano que escuchamos en el comienzo establecen de una vez que el sonido del álbum no guardará mucha relación con lo visto en The Man Who Sold The World. Será distinto, más delicado y melódico, pero no menos interesante ni provocativo.
El que fue también el primer sencillo del álbum puede interpretarse como una declaración de Bowie sobre su ethos artístico y filosofía de vida. A lo largo de sus 6 décadas de trayectoria artística, uno de los rasgos que definen la carrera del Duque Blanco, Ziggy Stardust, o como prefieras llamarlo, es su paso por diferentes géneros musicales y distintas maneras de hacer y sentir la música y, en última instancia, el arte como un todo.
Hablamos de una persona cuyo álbum homónimo estuvo influenciado por el music hall y el pop barroco y que, dos años después, tendría su primer gran éxito con Space Oddity, relatando la historia de un hombre que se pierde en los confines del espacio. La misma persona que luego, hastiado con el movimiento glam rock que él había ayudado a crear, irrumpe en el mercado estadounidense con Young Americans (1975), un álbum que explora sus intereses en el soul y el R&B para ofrecer una sonoridad de blues ojos azules (blue-eyed soul), o como Bowie lo definiría, un “soul plástico” [1].
La reinvención que Bowie sugiere en Changes no solo resuena en el arte, sino también en la esencia misma de la vida humana porque, como bien sabemos, el cambio es la única constante. A lo largo de sus 69 años de vida, el londinense viajó de extremo a extremo del mundo, cambiando de residencia y empapándose de la cultura que le rodeaba para generar nuevas ideas que volcar hacia la música y otras formas de arte. Es esta pasión de Bowie de dejarse llevar por influencias de tierras ajenas a la suya lo que lo marcó discos como Aladdin Sane (1972), el ya mencionado Young Americans (1974) y, de manera más conocida, toda la trilogía de Berlín, la serie de 3 discos que él produjo junto con Brian Eno entre 1977 y 1979 y que tuvo a la capital de la por entonces Alemania Occidental como epicentro creativo. Hablamos de Low (1977), “Heroes” (1977), y Lodger (1979).
El arte como correlato de la realidad: Life on Mars?
Life on Mars? es la canción más famosa de Hunky Dory. En su tiempo, fue promocionada con una de las producciones más icónicas en toda la videografía de David Bowie que, vistiendo un traje aguamarina, cantaba en un espacio completamente blanco sobre la desilusión de una chica con la ficción, que se da cuenta que la película que está viendo se parece mucho a la realidad de la que intenta escapar.
Life on Mars? tuvo todo para convertirse en un clásico atemporal. Además de apoyarse en una hermosa instrumentación donde un conjunto de cuerdas acompaña el piano del gran Rick Wakeman, la canción nos ofrece una serie de imágenes poéticas que esconden una pregunta fundamental: ¿es realmente posible huir de la realidad? ¿Qué tanto refugio nos puede dar una película de la ansiedad, la incertidumbre y la angustia del día a día si la realidad, de una manera u otra, es el punto de origen de la ficción?
Una de las virtudes de Hunky Dory como disco, y que esta canción ejemplifica muy bien, es su facilidad de presentar y transmitir temas complejos como la religión, el ocultismo, el propósito de la existencia, entre otros, con canciones fáciles de escuchar y que no se sienten sonoramente densas. Esto no necesariamente hace que las referencias, temas y contenidos sean mucho más entendibles y accesibles, pero definitivamente invita al oyente a sumergirse más en el universo musical que Bowie y sus colaboradores construyen en poco menos de 4 minutos, en el caso puntual de esta canción.
Un homenaje a los ídolos: Andy Warhol, Song for Bob Dylan y Queen Bitch
Con los años, Bowie se convirtió en una figura influyente de varias generaciones de grupos y solistas. Gustavo Cerati, Marilyn Manson, Blur, Iggy Pop, Nirvana, St. Vincent, Lady Gaga… estos son algunos de los cientos, seguramente miles de artistas de renombre que fueron influenciados en su música o visión artística por alguno de sus periodos o estéticas.
Aun así, el hombre que cayó a la Tierra, en su momento, también fue influenciado por los genios de su época, y un aspecto clave de Hunky Dory es Bowie recordando a algunas de las figuras que lo impulsaron por esos años. Por ende, no es casualidad que estas tres canciones estén una detrás de otra. En ellas, Bowie reflexiona sobre tres de sus ídolos artísticos en los años iniciales de su carrera y que lo impulsarían, de diferentes maneras, a ser el artista que fue. Hablamos de Andy Warhol, Bob Dylan, y Lou Reed, vocalista del grupo The Velvet Underground.
Es interesante ver que cada una de tres canciones tiene un estilo particular. Mientras que Andy Warhol explora la visión artística del mencionado artista desde un enfoque meramente acústico y minimalista (solo guitarra y voz), Song for Bob Dylan tiene un poco más de instrumentación sin salir del estilo folk que caracterizaba al cantautor estadounidense. Queen Bitch, por último, destaca por ser la única canción del disco que se basa en la guitarra eléctrica en vez del piano, lo que funciona como un adelanto del estilo que caracterizaría a Ziggy Stardust como álbum unos meses después.
La influencia de Nietscheze: Oh! You Pretty Things y Quicksand
The Man Who Sold The World fue el primer disco de Bowie en encarar de plano temas filosóficos después de algún que otro coqueteo en su álbum debut homónimo [2] y en Space Oddity (1969) [3]. Pistas como After All y, especialmente, The Supermen, están influenciadas por la obra de Nietscheze, más que nada por la idea del superhombre (Übermensch), visto desde la concepción del autor como una persona que se supera a sí mismo y su propia naturaleza.
En Hunky Dory, el artista continúa explorando las ideas del autor alemán en dos canciones muy puntuales. Por un lado, Oh! You Pretty Things nos presenta a un Bowie que reflexiona sobre cómo los jóvenes cuestionan lo establecido por sus antecesores, estando él a favor de los cambios impulsados por las nuevas generaciones en el statu quo. Esto es algo que deja muy en claro el coro de la canción, cuando dice sin miramientos que los padres y madres deben abrirle paso al “homo superior”, en una clara referencia a la idea del superhombre.
Cuatro pistas después, cerrando el lado A del vinilo original, encontramos a Quicksand, quizá la canción con la mayor carga filosófica de Bowie en toda su discografía. En casi 5 minutos y medio, Bowie nos presenta su lucha filosófica con lo desconocido, presentándonos un paisaje reflexivo que incluye, además de la referencia al Übermensch de Nietscheze, referencias al ocultismo promovido por Aleister Crowley, cuestionamientos hacia la Modernidad, coqueteos con una supuesta sabiduría más allá de la vida, la futilidad del existir, y más.
Quicksand es una canción que tiene referencias para regalar. Sin sentirse forzado o antinatural, Bowie invoca personajes tan variopintos como Winston Churchill, Garbo, el ya mencionado Crowley, Hitler y Himmler, a la vez que trae a la mezcla conceptos del budismo, el ocultismo y la filosofía de Nietscheze. Todo esto le sirve para transmitir la complejidad de su pensamiento y la manera en que desciende cada vez más profundo dentro de sus arenas movedizas, como él nos hace saber.
El comienzo de la etapa clásica de Bowie varía según la fuente que consultes. Aunque Space Oddity (1969), su segundo disco, ofreció su primer single exitoso, el álbum como tal no pegó en los listados. Tampoco lo hizo The Man Who Sold The World (1970), aunque este disco lo acercó un poco más a la voz y perspectiva artística que lo definirían en las próximas décadas. Para mí, es este el momento que da pie a los trece años más importantes e influyentes de su carrera artística y que culminarían con su consagración comercial en Estados Unidos con Let’s Dance (1983).
Sin embargo, Hunky Dory fue el primer disco que demostró de verdad todas las capacidades de Bowie como músico. Es aquí donde todas las piezas encajan perfectamente para ofrecernos su primera obra cumbre, un relato de la complejidad humana detrás de cada gran artista y que él no tuvo ningún reparo en presentar a través de una experiencia tejida por el art pop, pop rock y folk rock, así como por letras que debaten la inevitabilidad de los cambios en la vida, la inquietud por lo desconocido, la paternidad, el papel de los ídolos en nuestro quehacer creativo, y más.
A poco más de 50 años de su lanzamiento original, Hunky Dory no ha perdido un ápice de su atractivo. Sigue siendo clave para entender el rock como algo más que un simple género musical para concebirlo como una auténtica forma de expresión artística y, además, para comprender la evolución artística de una de las figuras más importantes e influyentes de todo el siglo XX, alguien cuya influencia sigue vigente en estos primeros años del nuevo milenio.
Notas:
[1] Es una manera de hablar de aquellas canciones u obras de música soul atribuidas con algún tipo de falta de autenticidad. Guarda relación con Rubber Soul (1965), el sexto álbum de The Beatles.
[2] Para mayor información, léase (o escúchese) We are hungry men, sexta pista del disco.
[3] Hablamos puntualmente de Cygnet Committee, que explora en sus nueve minutos la crítica de Bowie hacia el movimiento hippie.